Pasado
Los tres caminaban en silencio por
la calle que conducía a la salida. Aetna delante con paso firme y apresurado;
Yrret, con la sonrisa en el rostro, la seguía de cerca, unos pasos por detrás.
Six, aún preguntándose a que venía todo aquello y si en realidad lo que le
había dicho su maestro sería cierto, caminaba a la par que su mentor.
Una
vez fuera de la zona amurallada tomaron el camino de Drache. El silencio era
sólo roto por el sonido de sus pasos y de sus respiraciones.
Los
campos de cultivo se extendían a ambos lados del camino, no se veía a ningún
agricultor por la zona, tampoco era la hora apropiada, ya que el sol pegaba
duro, era el medio día.
Los
cereales comenzaban a tomar el color dorado que les caracteriza cuando se
acerca la cosecha. Al frente, aquel mar dorado mecido levemente por la brisa,
se mezclaba con el frondoso bosque que, a partir de aquel punto, se extendía a
lo largo de varios kilómetros hasta alcanzar el páramo por un lado y Drache en
el otro extremo.
Al inicio del bosque se podía vislumbrar la
silueta de un hombre, que al parecer estaba algo inquieto, ya que no paraba de
moverse.
-
Parece que Aceo ya está esperando – comentó Yrret para romper el silencio
reinante entre ellos.
-
No es de extrañar, salió antes que yo en esta dirección, quería comprobar que
el círculo del portal, que allí se encuentra, estaba en perfecto estado.
-
Claro, todo debe estar preparado, pero cómo es que hay tantos círculos de esos
cerca de la ciudadela y nadie los conoce…
-
Bueno eso parece, en la actualidad casi nadie conoce los hechizos que los
activan, muchos ni saben que son portales y creen que son simples lugares de
culto.
-
Entiendo –, Yrret miró a Six, estaba callado escuchando todo lo que se decía,
en su rostro se podía ver que no entendía nada de lo que se estaba diciendo –,
tranquilo son portales de transporte, utilizándolos tardaremos menos que si
hiciésemos todo el camino a pie.
-
Bien… pero está seguro de que quiere que yo… – dejó la frase en el aire y miró
al suelo polvoriento del camino.
-
Sí – rotundo y contundente en su respuesta, con su sonrisa habitual.
Los
metros que faltaban para llegar al punto de encuentro pasaron raudos. La
impaciencia de Aceo se tornó en sorpresa y a la vez desesperación y furia, al
ver que había un invitado no esperado.
Los
miró de arriba a bajo, sacudió la cabeza a modo de negación, miró a su hija con
el reproche escrito en su mirada, pero no dijo nada, sólo se giró indicándoles
que le siguiesen.
Anduvieron
unos metros por el camino principal, luego se desviaron de éste, tomando una especie
de sendero, por llamarle de alguna forma, ya que más bien era un pequeño paso
de animales en el que la maleza circundante era sustituida por la hierba, se
adentraron en aquel lugar por unos minutos, al final un claro, en el suelo un
círculo, habían llegado.
-
Bueno descansemos unos minutos antes de salir, Yrret hablemos en privado – el
tono serio y frío.
-
¿Qué es lo que pasa ahora? – preguntó siguiéndole, alejándose varios metros de
los otros dos.
-
¿Se puede saber quién es ese? y ¿para qué lo has traído?, no se supone que el
lugar al que vamos sólo lo puedes conocer tú. O es que descubrir tantas
responsabilidades te ha vuelto loco.
-
Tranquilo, Aceo, no te subas por las paredes por algo así, si no recuerdo mal
tu mismo me dijiste que podía llevar al lugar a aquellos que considerase de mi
confianza, ¿cierto?, pues no sé, algo me dice que él y yo estamos unidos, algo
me dice que tendremos que ser uno en algún momento, sí, puede que esté loco
pero es lo que siento y quiero confirmarlo con la guardiana… y si es posible
entrar ambos…
-
Te has vuelto loco… entrar ambos… Yrret ¿has tomado algo? No puedo creer lo que
estoy escuchando…
-
Ya cálmate, tú y tú hija limitaos a cuidar nuestros cuerpos, estoy convencido
que Anelea no pondrá ninguna pega.
-
Bien como quieras, pero que quede claro que estoy en contra.
-
¿Paranoias de anciano? – la mirada de Aceo desprendió un fulgor que dejó claro
a Yrret que se había pasado con ese último comentario – lo siento, no era con
intención de ofender. – Dijo.
Ambos
se acercaron al resto del grupo, bebieron algo de agua, y tras esto Aceo se
posicionó en el centro de círculo, para pronunciar las palabras de activación,
pero una nueva discusión tuvo lugar.
-
Bien, yo regreso, he cumplido mi cometido de traerlos hasta aquí –, dijo Aetna,
se despedía de ellos, como ya le había dicho a Yrret, su intención era
regresar.
-
Hija eso es imposible, si van a entrar los dos hacen falta dos personas para
vigilar.
-
Eso no es de mi incumbencia, arregláoslas solos, ya dejé claro que no quiero
formar parte de nada de esto.
-
Aetna, estás obligada a venir, y no porque te lo pidamos sino por ser quien
eres – dijo Yrret en tono serio.
-
¿Obligada?, ya era lo que me faltaba oír. A mí nadie me obliga a nada y menos
vosotros.
-
Aetna, no seas así.
-
¡Qué no sea así! Pero si sois vosotros los que me obligáis, deje bien claro
desde un principio que no estaba interesada en nada de esto y solo accedí a
hacer de recadera, ahora me decís que estoy obligada a ir con vosotros…
-
Y así es, eres Aetna la Hija del Eclipse, al igual que yo soy Yrret el Hijo del
Eclipse, por mucho que te pese o te disguste estamos enlazados, hasta tal punto
que me temo que una vez despierte mi poder oculto, lo que le pase a uno le
pueda pasar a otro, ya sea para bien o para mal. No sé, pero si algo sale mal
en el lugar donde vamos, no crees que sería mejor que estuvieses cerca.
-
Maldición, maldición, eso es lo que es.
-
Sea lo que sea, nacimos con ello y hemos de hacernos responsables, queramos o
no, así que por favor, no rechaces más lo que somos y acompáñanos, luego ya se verá
cómo va todo.
-
¡Por los dioses! Está bien, pero quede claro que no lo hago porque realmente quiera.
– En su rostro se mostraba el descontento y enfado.
Todos
se posicionaron en el centro del círculo.
-
Ich bin der Wanderer, nimm mich, wo ich
hin will, nimm mich auf das Ödland
des Traums. – Dicho esto, los símbolos grabados comenzaron a emitir un leve
resplandor verdoso –, Sofort![8]
El
grupo desapareció, dejando tras de si sólo un rastro de su poder mágico, y el
residual resplandor de la activación del portal.
Sólo
unos minutos después llegaba al lugar Thyeor, un poco cansado, ya que le había
costado encontrar el lugar, no sabía cómo
pero el poder que Yrret desprendía y que él tan fácilmente podía leer y seguir,
apenas si lo había notado. Hubo un momento en el que sintió como si dos grandes
fuerzas mágicas chocasen y luego todo se desvanecía, apenas si se podía sentir
una ínfima parte de aquel poder que había estado vigilando durante toda la
mañana. Y ahora todo acababa allí, en aquel lugar que se veía había sido
pisado, incluso aquel extraño círculo usado ya que estaba completamente limpio.
Se
acercó al lugar y al observarlo, se dio cuenta de inmediato de lo que aquel
círculo encerraba, era un portal de los Numit. El problema era no como
activarlo, ya que sabía los hechizos que lo pondrían en funcionamiento, el
verdadero problema era saber el lugar exacto al que habían ido, un simple error
de cálculo y podía terminar hecho pedazos, o en un lugar completamente
desconocido.
Inspiró
profundo, cerró los ojos y se concentró, recordar todos los posibles hechizos
de activación de portales y dar con aquel que le llevase al mismo lugar, le
llevaría unos minutos. Sus ojos se movían de un lado para otro, bajo sus
párpados cerrados, era como si estuviese leyendo. Cuando recordó o encontró el
que le hacía falta, en ese instante abrió lentamente sus ojos y se posicionó en
el centro del círculo.
- Ich bin der Sklave, der mit dem Meister reist, ich muss mit ihm sofort
treffen, nimm mich bis ihn.[9]
El
portal reaccionó por segunda vez en poco tiempo y el cuerpo de Thyeor
desapareció del lugar.
El
grupo aparecía en el mismo lugar que Yrret y Aceo habían utilizado días atrás
para dejar el páramo y regresar a Lennut. Todos se encaminaron, guiados por
Aceo, a la entrada de la cueva que contenía la biblioteca, aquella que contenía
tanto conocimiento, que aquel que se apoderase de él sería capaz de dominar el
mundo conocido.
Six
no paraba de mirar a su alrededor, todo era nuevo para él, y cada vez se
encontraba más preocupado por lo que podría pasarle, en lo que fuese a tener
lugar a continuación.
A
paso rápido llegaron en unos diez minutos, mas por la prisa que tenía Aceo de
comprobar como se iba a poner la guardiana por intentar imponerle a alguien
más, que por otra cosa.
Una
vez en la entrada pronunció el hechizo y esta se dejó ver por completo, miró a
Yrret como queriendo comprobar que estaba seguro de lo que iba a hacer, este
asintió y sin más entró, esta vez no hubo sorpresa para él, Six le siguió mas
por costumbre que por otra cosa, y nada más poner un pie en la entrada caía inconsciente.
Aceo
se sorprendió ya que no esperaba que aquel aprendiz de medicina mágica y
herboristería fuese a pasar por el trance.
Aetna
sorprendida, ya que ella no sabía nada de la acción especial que producía la
guardiana en algunos de los que entraban allí, se acercó al cuerpo y pudo
comprobar que su corazón latía y que respiraba con normalidad.
Six
sentía como se ahogaba, se quedaba sin aire y sentía como si unas manos le
aprisionasen el cuello y le estrangulasen. Sus ojos se pusieron en blanco y
cayó sin sentido al suelo.
-Veo
que te ha traído, no se podía esperar otra cosa del hijo del eclipse – Six
escuchaba la dulce voz pero no veía a nadie, no estaba seguro de donde se
encontraba, pero si miraba hacia abajo veía su cuerpo desplomado en el suelo y
rodeado por los otros, acaso le habían llevado allí para que muriese, –
tranquilízate, no pasa nada, dentro de poco volveremos a vernos, Yrret sin
saberlo ha traído consigo al viento del pasado, que junto con el viento del futuro
son parte indispensable para encontrar lo que otros tanto buscan, ahora
regresa…
Six
no pudo articular palabra cuando quiso darse cuenta de nuevo estaba en su
cuerpo mirando a los demás, con el rostro marcado por el miedo.
-
Y bien que te ha dicho, dependiendo de tu respuesta continuarás con nosotros o
te quedas aquí, así que responde de una vez – Aceo estaba ansioso por saber, no
estaba convencido de que aquel muchacho fuese aceptado por la guardiana, ya
estaba deseoso de que esta se apareciese y le dijese cuatro cosas bien dichas a
Yrret, como se le ocurre traer a un desconocido a un lugar que sólo la orden
debe conocer.
-
Quieres dejarle que se recupere, sé como se siente entrar por primera vez al
plano de la guardiana y créeme se tarda un poco en asimilarlo.
-
Bue… pero… pero qué coño ha sido eso… se puede saber que ha pasado – dijo
finalmente.
-
Olvida eso por ahora y responde, ¿qué te dijo Anelea?
-
Sólo que esperaba que Yrret me trajese, a parte ha mencionado algo del viento
del futuro y del pasado y algo de encontrar lo que todos buscan, no sé, no puse
mucha atención, ver mi cuerpo tirado en el suelo no es que fuese como para
prestar mucha más.
-
Sabía que algo nos unía, tranquilo cuando salgas de aquí ya no serás el torpe
Six que todos conocen, ya lo verás.
-
Si tú lo dices…
Todos
se encaminaron hacia el interior, pasando de nuevo por los mismos corredores y
salas, esta vez Yrret no se sentía tan admirado como la primera vez, en este
momento lo que le rodeaba no importaba, pero Six y Aetna no dejaban de observar
cada detalle del lugar.
Una
vez en la sala donde se encontraban los volúmenes y objetos mágicos que allí se
guardaban, Yrret dejó sobre la mesa la mochila, los otros le imitaron. No les
dio tiempo de más, la dulce voz de Anelea se escuchó en el lugar.
-
Os han seguido, en la entrada acaba de aparecer alguien con un gran poder…
-
Puedes mostrarlo – preguntó Yrret irritado.
-
Claro – dijo, y empezó a formarse una esfera ante ellos, a los pocos segundos
en su interior se veía la entrada de la cueva, justo en frente un joven con
gabardina observaba el lugar.
-
Me imaginaba que nuestros caminos se volverían a cruzar, pero no pensé que
fuese tan pronto, puedes hacer algo para que no entre…
-
Un momento ¿le conoces? – Interrumpió Aceo –, las cosas no están saliendo como
las había planeado – dijo con fastidio, lo que en un principio iba a ser algo
de dos personas, máximo tres, se había ampliado con Six y ahora ese
desconocido.
-
Si, le conozco, se llama Thyeor, si no nos mintió en la posada, supuestamente
estaba de paso pero veo que buscaba otra cosa, eso ahora es lo de menos, repito
mi pregunta puedes evitar que entre, Anelea.
-
Claro, ¿quién te crees que soy?, la duda ofende. Pero necesito que entre dentro
de mi campo de acción para encerrarle con un cerrojo del tiempo.
-
¿Cómo? ¿Eres capaz de usar ese tipo de poder? – preguntó Aceo algo alterado.
-
De nuevo la duda ofende… ya si no se mueve es mío para siempre.
-
No, no quiero que le pase absolutamente nada, algo me dice que forma parte del
engranaje que mi padre no pudo resolver.
-
Bien como quiera señor, lo que el hijo del eclipse ordene se hará.
-
Tampoco es para que te pongas tan formal, solo que últimamente siento o mejor
dicho, presiento, lazos con personas que, no sé si será cierto o no, van a
tener que ver con todo esto tarde o temprano.
-
Bien haré una versión diferente del cerrojo, pero lo que no puedo evitar es que
vea su pasado, así que allá va, Sklave
der Zeit, sperrt ihn ein, Zeitriegel Aktivierung![10]
Thyeor
se había adentrado solo unos metros en aquella cueva, no había duda, al que
perseguía estaba allí, ahora podía sentir perfectamente su poder mágico, estaba
en el interior de aquella cueva, iba a arriesgarse, pero debía descubrir todo
lo posible sobre aquel individuo, si era la llave que le llevaría hasta su
objetivo final debía atreverse a todo.
Sólo
había dado media docena de pasos hacia el interior, cuando sintió una corriente
de aire frío que le envolvió, cuando se dio cuenta que aquello era un hechizo
era demasiado tarde, ya estaba atrapado.
A
sus pies se formó un círculo de un azul intenso, sobre su cabeza otro de un
azul más apagado, cuando ambos estuvieron completos unos símbolos se formaron
en el piso rocoso; la estancia se iluminó tenuemente, para finalmente formarse
una especie de esfera que le rodeó por completo dejándole prisionero en su
interior. Por mucho que intentase moverse o gritar no podía, estaba como
congelado, poco a poco la pesadez, el cansancio y finalmente quedó
inconsciente. Y entonces… comienza el pasado…
Una
mujer de unos treinta y tantos andaba nerviosa de un lado a otro de la
habitación, bueno no exactamente, ya que estaba en una cabaña muy humilde,
aquel lugar era todo en uno, cocina, comedor y dormitorio, el aseo estaba en el
exterior.
Había
acompañado a su esposo en la recolección de plantas, estar casada con un
hechicero solo causaba ese tipo de inconvenientes, estar de un lado a otro, era
algo propio de su rutina semanal, ya que la diaria era cuidar de las cosas de
la casa, atender y ayudar a su esposo, cuando este le pedía ayuda, y cuidar a
su hija de cuatro años.
Lo
malo de esta salida es que estaba a punto de dar a luz a su segundo retoño, ya
le había buscado el nombre, si, estaba completamente convencida que sería un
varón, así que se llamaría Thyeor.
Sería
el heredero de la estirpe Zero-Rezar, una estirpe por cuyas venas corría la
magia ancestral, ella una simple hechicera, aún no se explicaba como había
acabado siendo la esposa del actual Gran Maestre de la Orden Herederos.
En
las tres últimas generaciones la orden había sido encabezada por un Zero-Rezar,
y ésta había entrado en un ciclo de paz increíble. Los Zero-Rezar, siempre
benévolos y piadosos, habían obligado a la orden a dejar de usar sus
conocimientos y poder para efectuar el mal. Si todo iba como debía ser su hijo
sería el cuarto en tomar el poder, podría ser su hija, Soraya, pero la orden,
aunque permitía la entrada de mujeres, nunca había permitido tener como líder a
una, aunque se habían dado casos en que el verdadero líder era la esposa, siempre
oculta entre las sombras y la que sabía mantener a flote aquella enorme orden.
Su
esposo, Halex, estaba tardando mucho, nunca había estado más de tres horas en
recolectar lo que necesitaba, pero ya habían pasado más de cinco. El
nerviosismo, el miedo, el temor a que le hubiese pasado algo, hicieron que
rompiese aguas en ese lugar.
-
Jacky tranquilízate, respira, no pasa nada, él llegará de un momento a otro y
te ayudará, Soraya, Soraya – intranquila intentaba calmarse, ahora debía
centrarse en lo que estaba por pasar, tenía que tener a su pequeña hija cerca –
Soraya ven con mamá, tu hermanito está deseoso por conocerte, tanto que no
puede espe… – una contracción le impidió continuar, aquel niño estaba ansioso
por ver la luz del día, no iba a tardar mucho.
Como
pudo tendió, la primera pieza grande que encontró en un baúl, sobre la
polvorienta cama y se preparó para intentar recibir a su amado hijo lo mejor
que pudiese. La niña entró sonriente con un ramillete de flores silvestres, y
alegremente se acercó a su madre.
-
Mamá, mamá mira que hermosas flores… – al ver la mueca de dolor en el rostro de
su madre se acercó aún más y tomó su mano inocentemente – ¿qué te pasa mamita?,
¿es qué no te gustan las flores?
-
No es eso… es tu hermanito… ya quiere conocerte… – una nueva contracción, de nuevo el dolor
reflejado en su rostro.
Jacky
respiraba rápidamente, a la naturaleza no se le podía haber ocurrido otra forma
de tener hijos sino haciendo que duela tanto, ese pensamiento cruzó por su
cabeza, menos mal que se le ocurrió compensarlo con las satisfacciones que
estos dan, cuando las dan.
El
tiempo iba pasando, su marido no llegaba y las contracciones eran cada vez más
seguidas, no quedaba más remedio que comenzar a empujar en la próxima o el bebé
podría morir. Pensó en que no tenía nada en que envolverle una vez hubiese nacido,
ni siquiera un poco de agua templada para limpiarle, y en medio de ese
pensamiento una nueva contracción y segundos después otra, estaba claro, debía
empujar. Respiró profundo y al sentir la siguiente empujó con todas sus
fuerzas, respiró y de nuevo en la siguiente otra vez empujó hasta sentir que su
rostro se incendiaba.
Siguió
así hasta que la cabeza del pequeño apareció, un poco más pensó, un poco más y
esto acabará.
Minutos
más tarde tenía a su hijo en brazos, limpió de líquido los orificios, luego un
pequeño toque y el niño, pues era un varón muy hermoso y con buenos atributos,
comenzó a llorar. La niña miraba entre asustada y asombrada a aquella cosa
rojiza y arrugada que lloraba en los brazos de su madre.
Jacky
pidió a su hija que le trajese un poco de agua y un paño limpio, la niña
obedeció rápidamente trayendo lo que se le había pedido. Su madre humedeció el
paño y comenzó a limpiar a su recién nacido. Cuando finalmente hubo terminado
el niño buscaba ávido el pecho, ella lo descubrió dejando que él tomase su
primera comida.
La
preocupación seguía en aumento, ya que su marido aún no llegaba. El tiempo iba
pasando y su preocupación cada vez se hacía mayor convirtiéndose en
desesperación. Aún dolorida y completamente agotada por lo sucedido, intentó
incorporarse, pero no pudo.
Las
lágrimas se asomaron a sus ojos, pero evito llorar tenía que ser fuerte. Era
una verdadera lástima no saber nada sobre magia curativa, en un momento así le
hubiese sido de gran ayuda.
Movió
su mano izquierda haciendo que el baúl se abriese, las prendas que en el se
encontraban comenzaron a flotar en el aire, cuando encontró algo apropiado en
el que envolver a su pequeño lo acercó.
Estaba
pensando que era lo que necesitaría a continuación cuando pudo escuchar el
sonido de unos pasos que se acercaban, pensó que al fin su marido llegaba, pero
estaba completamente equivocada.
Un
hombre completamente vestido de negro y cubierto de una capa con capucha de un
color gris ceniza, estaba de pie ante la puerta mirándola, aunque ella no podía
ver su rostro oculto por la capucha.
-
Al fin ha nacido ese maldito – dijo con voz suave pero potente – ya era hora,
si no te importa, a partir de este momento yo me encargaré de criarlo.
-
¿Cómo? ¿Se puede saber quien es usted? ¿Y por qué iba yo a darle a mi hijo?
-
Vaya, pensé que no habría resistencia, no estoy para mucha conversación.
Limítate a darme al crío.
-
Nunca – exclamó – Engel im Himmel, Engel
im Hölle, Schild[11]
– a su alrededor se formó un velo traslúcido, mientras se preparaba para un
nuevo ataque –, Sonne, gibt mir dein
Licht, Blendung[12]
– una luz cegadora inundó la estancia.
-
Patético, sólo eso, así no evitarás que ese niño sea mío.
- Wasser und Wind, Eis-Sturm[13]. – Lanzas
de hielo salieron disparadas en dirección al extraño.
-
No puedes evitar su destino, ese niño no sabrá jamás nada de vosotros, su
destino es…
-
No he creído nunca en el destino, si lo hubiese hecho ahora no sería quien soy,
y defenderé con mi propia vida el futuro de mi hijo. – Gritó mientras sus ojos
brillaban con determinación.
-
Eso no será difícil de cumplir, creo que con uno bastará – en su mano una
pequeña esfera, que poco a poco se fue convirtiendo en un león – ese niño será
mío, conseguiré que sea el ser más malvado en este reino y en el resto, así el
mundo estará a mi merced, ¡destruye!
Aquella
especie de león semitransparente se acercaba a ella, su hija lloraba y se
apretó contra su madre cubriendo a su hermanito. El bebé al sentir las manos de
su hermana en su rostro abrió los ojos, unos ojos rojos como la sangre. Ambos
se quedaron perdidos en sus miradas, aquella mirada roja se perdía en un azul
celeste, y la celeste en el rojo. En ese momento algo inexplicable tuvo lugar
ya que el ataque de aquel extraño daba de lleno en su objetivo pero un brillo
entre azul y rojo les envolvía rechazando aquel ataque.
-
Vaya así que… bueno da lo mismo – y mirando a Jacky a los ojos, con una sonrisa
que dejaba ver sus blancos dientes… –, ¡estáticos! – dicho esto se acercó a
ella y le arrebató al bebé de sus brazos, ella sólo podía derramar lágrimas de
tristeza e impotencia, ya que no podía mover ni un solo músculo.
Ella
pudo ver como aquel ser sin escrúpulos se paraba de nuevo en la puerta, la
miraba por encima del hombro y desaparecía. Sus lágrimas continuaban saliendo
formando dos hilos que recorrían su rostro. Sus brazos aún en la posición en la
que habían estado sosteniendo al recién nacido. Su hija solo repetía una y otra
vez, hermanito tus ojos… hermanito.
Unos
minutos más tarde llegaba un ensangrentado Halex, sus ropas rasgadas y
manchadas, su brazo derecho colgaba mostrando una gran herida en su bíceps. Al
entrar y ver a su esposa supo de inmediato que aquel que había intentado acabar
con su vida, había conseguido finalmente su objetivo.
Edhel,
aquel maldito renegado, se había dejado consumir por el ansia de poder y había
sido devorado por el mal, sí, el mal que se encerraba fuera de las fronteras
del reino. Había conseguido encontrar a un demonio, cerrar un pacto con él fue
el acto por el cual fue depuesto de su cargo en la orden, juró venganza. Juró
vengarse de la estirpe de los Zero-Rezar… y lo hacía de esta forma, si un
heredero era corrompido el prestigio desaparecería.
Como
no podía saber a donde habían llevado a su retoño y mucho menos intentar
recuperarlo ya que no podría atacar dado su estado, allí mismo y con todo el
pesar del mundo decidieron dar por muerto a aquel niño, la versión oficial
seria que Thyeor Zero-Rezar había nacido y minutos después había muerto.
Cinco
años después de esos sucesos, Halex y Jacky fallecían. Habían dejado a Soraya
al cargo de un pariente y se habían adentrado en el Raw, unas escarpadas
laderas, de una zona peligrosa de la Cordillera del Olvido, buscaban un extraño musgo
que sólo crece por esa zona, cuyas propiedades le convierten en un producto muy
codiciado, pero dado lo peligroso del lugar pocos son los que se atreven a ir
en su busca. En las proporciones adecuadas y mezclado con la planta Alium[14], es
capaz de curar cualquier enfermedad.
Es
una planta que se puede considerar un arma de doble filo ya que también puede
causar la muerte al instante si no se manipula adecuadamente.
Halex
y Jacky tuvieron la mala fortuna de quedar atrapados por un temporal,
intentaron encontrar un lugar donde resguardarse, pero el mal tiempo y la poca
visibilidad jugaron en su contra.
Soraya
a sus nueve años quedaba sola, pero con una idea fija, encontrarse de nuevo con
su hermano y esta vez para no volverse a separar de él, aunque ese deseo nunca
lo contó a nadie.
-
Thyeor, hoy cumples doce años, ha llegado el momento en el que debes comenzar
un nuevo entrenamiento. Conoces todo sobre la magia ancestral, pero ahora has
de pasar una etapa de tu vida desarrollando el resto de magias, despertando las
capacidades para dominar los elementos y por supuesto el aprendizaje en el uso
de todo tipo de armas. No creo equivocarme si pienso que eso será cosa fácil para
un pequeño genio como eres tú, que ha dominado el poder ancestral en cinco
años, algo que cuesta más de veinte –. Un orgulloso Edhel hablaba con aquel
niño, el tono de su voz autoritario, inflexible, jamás había mostrado ningún
tipo de sentimiento. Simplemente había enseñado a aquel chiquillo lo más
retorcidamente que había podido. Aprendía de forma rápida, nunca rechistaba o
contradecía una orden, pero la bondad de su corazón nunca se había apagado y
eso irritaba a Edhel –. Hoy será tu último día aquí. Mañana viajarás a la
capital del reino, Lair, allí te entrenarás con el maestro de los elementos Geb
Suroh.
-
Como digáis maestro Edhel – la voz del muchacho apenas si era audible, siempre
hablaba en un tono neutro. Después de tomar un ligero desayuno, se encaminó
como hacía todos los días al lugar en el que practicaba los diferentes hechizos
y encantamientos que ya dominaba.
El
muchacho pasó el día de su cumpleaños como lo pasaba siempre, entrenando,
aunque esta vez, hubo algo que fue diferente al resto de cumpleaños.
Prácticamente
anochecía, el muchacho regresó de la zona de entrenamiento y se encaminó al
baño, una poza de aguas termales al aire libre.
Se
despojó de sus ropas y se introdujo en las aguas calientes, después de
sumergirse y dar un par de vueltas recorriendo la poza, regresó a la orilla y
apoyó su espalda contra la lisa roca, cerró sus ojos dejando que su cuerpo se
relajase. Era tal el estado de relajación que casi se queda dormido, pero
cuando estaba a punto de dejarse llevar al mundo onírico, una imagen de unos
ojos de un azul celeste cruzó por su mente, a la vez que oía una dulce voz
llamar por su nombre.
-
Thyeor… Thyeor… hermano ¿dónde estás? – como un resorte el muchacho se puso
inmediatamente de pie mirando a su alrededor, no había nadie, sólo el reflejo
de una luna llena se volvía a formar en la superficie del agua, una vez ésta
volvía a tranquilizarse. Al mirar aquel hermoso reflejo, vio de nuevo aquellos
ojos azules que le miraban, esta vez estaban dentro de la líquida luna.
-
Pero qué diablos… – se acercó, pero el reflejo nuevamente se distorsionó al
mover el agua.
-
Hermano… llevo tanto tiempo buscándote… espero encontrarte alguna vez…, por cierto,
si estás viendo esta hermosa luna llena en algún lugar, que sepas que cada vez
que sea tu cumpleaños yo estaré pensando en ti y mirando a la luna esté llena o
no, y en caso que no haya ese día pensaré en ella… el día de tu cumpleaños mira
a la luna o piensa en ella y por unos instantes nos encontraremos… hermano
felicidades espero poder decírtelo alguna vez mirando esos hermosos ojos rojos…
– un escalofrío recorrió el cuerpo de Thyeor, que diablos era todo aquello, lo
extraño es que por alguna razón creía reconocer aquellos ojos reflejados en el
agua, aunque no recordaba haber conocido a nadie con ese color de ojos, pero
una sensación le decía que aquellos ojos le eran familiares, por otro lado por
qué le llamaba hermano, que él supiese no tenía familia, pero sabía que sus
ojos eran rojos.
Se
dejó caer en el agua, sumergiéndose, intentando olvidar lo que acababa de
suceder, al salir y acercarse a la orilla con intención de salir, se encontró
con los fríos ojos de Edhel, que le miraban de arriba a bajo recorriendo cada
centímetro de su cuerpo. Siempre que hacía eso, un mal estar recorría el cuerpo
del muchacho, aunque desde que tenía uso de razón había vivido con aquel
hombre, nunca le había gustado la forma en que lo miraba.
-
Sal del agua, tengo algo que entregarte, creo que ya tienes edad suficiente
como para poder llevarla, aunque aún no sepas usarla ya aprenderás. – Dicho
esto se volteó y regresó al interior de la casa.
Thyeor
se secó lo más rápido que pudo, se cubrió con una toalla seca y entró descalzo,
dejando sus ropas en un cesto que se encontraba a un lado de la puerta que daba
paso al interior de la casa.
Caminó
serio, no esperaba recibir nada, eso que había escuchado a otros muchachos de
su edad de que recibían un presente el día de su cumpleaños, en su caso nunca
había sucedido, tampoco lo echaba en falta, sus padres le habían abandonado,
era hijo único…, de pronto ese pensamiento fue roto por las palabras que había
escuchado instantes atrás, y si todo era falso. Sacudió su cabeza no podía
dudar de la palabra de su maestro, este le había cuidado siempre, no es que le
tratase como si fuese su hijo, pero mejor eso que andar viviendo en la calle,
robando para vivir y comiendo cualquier cosa, o en el peor de los casos haber
muerto al poco tiempo de nacer, si es que era cierto que fue abandonado.
Cuando
llegó a la sala, Edhel estaba de pie, con las manos a la espalda, frente a la
gran chimenea en la que las llamas crepitaban. La estancia, bien iluminada por
varias esferas mágicas, era amplia, una gran alfombra cubría el suelo, varios
cojines se repartían por el piso, un par de divanes, algunas mesitas
auxiliares, una estancia agradable en la que poder tumbarse a leer o a
charlar.
Thyeor
se acercó a su maestro con mirada inquisitiva, aquel comentario de que quería
entregarle algo le tenía intrigado.
-
Bien, espero que pronto aprendas a utilizarla, te va a ser de gran utilidad, su
material conduce todo tipo de magia –. Dicho esto, dibujó una mueca en su
rostro como si fuese una sonrisa, y sacó su mano derecha de detrás de su
espalda, en ella portaba una katana en su vaina.
-
Pero maestro esto…
-
No digas nada, es un presente en el día de tu cumpleaños, y en ese día es de
mala educación rechazar un presente – le tendía la katana haciéndole gestos
para que la tomase en sus manos.
-
Gra… gracias – atinó a decir con un tono un poco desconfiado.
El
muchacho tomó aquella arma en sus manos y la sacó de su vaina observando el
brillante metal negro, en la empuñadura un sol y una luna estaban grabados, al
pasar sus dedos por la luna el arma se partió en dos, su sorpresa fue máxima, y
esta hizo que Edhel empezase a reír. Acababa de descubrir que era un arma
doble. Mirándola más detenidamente pudo observar que era de doble filo. Una vez
unida de nuevo el muchacho pasó delicadamente sus dedos por la hoja de la
katana. Aquel metal negro y brillante al sentir el tacto del muchacho empezó a
vibrar recubriéndose de un fulgor azulado.
-
Vaya, si ya has conseguido unirte a ella, a partir de ahora responderá a
cualquier movimiento que realices y canalizará cualquier hechizo de gran nivel
que desees lanzar –. El muchacho miraba el arma y a su maestro, la verdad no
sabía que decir así que se mantuvo en silencio –. Bueno ve a vestirte vamos a
cenar.
Edhel
se dio la vuelta sin decir nada más y se encaminó al comedor. El muchacho miró
de nuevo el arma que aún brillaba con aquel tono azul, la colocó de nuevo en su
funda y se dirigió al segundo piso, donde se encontraban las habitaciones. Al
entrar en la que hasta ese momento había sido su habitación encontró todo
perfectamente recogido y en un rincón pudo ver un pequeño baúl y una mochila,
su maestro le había preparado lo necesario para el viaje.
Depositó
la katana sobre la cama y se puso un pantalón negro y una camisa azul marino,
se arregló un poco el pelo y bajó al comedor. Se sentó y tomó los alimentos en
silencio. No hubo cruce de palabras, tampoco había nada sobre lo que hablar, de
pronto algo volvió a su cabeza, alzó la mirada y rompió el silencio.
-
Maestro, mientras me bañaba… bueno…
-
No iras a decir que cierta parte de tu cuerpo ha tenido una reacción…
-
Como cree –, exclamó rojo como un tomate, esas cosas íntimas nunca las hablaría
con él aunque fuese el único ser en el mundo, y menos después de ver como le
observaba cada vez que estaba desnudo –, no me refiero a eso, es que escuché…
como si alguien me llamase…
-
Seguro que fue algún ruido y pensaste que te llamaban.
-
No creo que un ruido me llamase hermano… – la mirada de Edhel se clavó en el
muchacho, sus ojos refulgían, pero no dijo nada esperaba que el muchacho dijese
algo más –, maestro de verdad que no tengo a nadie en este mundo –, la voz
temblorosa, el tono suplicante, la mirada perdida en algún punto del plato que
se encontraba delante. Edhel en un movimiento se puso al lado del chico y le
dio tal golpe que le lanzó contra la pared, haciendo que la silla cayese.
-
Como osas dudar de mi palabra, desagradecido, te salve de una muerte segura al
recogerte en aquel bosque donde tus padres te abandonaron, te he dado lo
necesario para que seas lo que eres y ahora me sales con esas. Te seré sincero
tus padres murieron al poco tiempo de tu nacer y no tienes a ningún otro
familiar. Eres un simple desperdicio que se ha criado como un parásito en mi casa,
así que no vengas con esas –. El odio se reflejaba en sus palabras, Thyeor
nunca le había visto en ese estado, su rostro le dolía por el golpe, pero no
era esa reacción algo exagerada, no le estaría ocultando algo, se puso
lentamente de pie y sus ojos color sangre se clavaron en los de aquel que le
había criado durante su corta vida, no sabía el por qué, pero que le tratase de
aquella forma y hablase así le estaba llenando de furia.
-
Era necesario golpearme así maestro, sólo planteaba una duda, es que aquellos
ojos azul cielo… – no pudo terminar, al
nombrar los ojos de su hermana, aunque él no lo supiese, Edhel montó en cólera
movió su mano y comenzó a estrangular al chico con un hechizo. – Maes… maestro
pe… pero que le pas… pasa… – de inmediato supo que algo sucedía, algo estaba
oculto en su pasado y aquel que ahora intentaba matarle lo conocía o tenía algo
que ver.
No
iba a dejar que su corta vida acabase allí, no sin antes saber que es lo que
pasaba. Cerró los ojos concentrándose, tomó un poco de aire, quizás el último,
empezaba a perder la conciencia, se mareaba, no podía recordar ningún hechizo
que le librase de aquella situación. En sus últimos segundos en este mundo
sintió como algo en su corazón le llamaba, algo que le gritaba que lo dejase salir
y lo usase; sin más, solo le susurró, libérate haz lo que desees.
Estaba
a punto de desmayarse o de morir no estaba seguro de que sería lo primero que
pasaría, pero lo último que sintió fue como su cuerpo emitía calor, algo
abrasador.
Se
encontró tumbado en el suelo, el comedor estaba ardiendo, pero no con llamas
normales tenían un ligero color azulado, y los muebles de la estancia no eran
consumidos, en cambio su maestro tenía su brazo derecho en carne viva y parte
de su rostro estaba dañado. Lo curioso es que estaba riendo, y le miraba con
odio.
-
Así que has visto que la muerte se iba a apoderar de ti y has despertado el
elemento fuego, eres un auténtico cabrón hijo de puta, ya te llegará el momento
de venir a mi, serás mi peón, por eso me
encargué de separarte de tus padres en el momento de tu nacimiento, y de que
poco después muriesen en aquella expedición en busca del Arem[15],
aquella tempestad que acabó con sus vidas la provoqué yo –, reía al ver como el
rostro de Thyeor se desfiguraba por el rencor que estaba surgiendo en ese
momento en su interior –, ¡sí! – exclamó con júbilo – eso es, ódiame, ódiame
desde lo más profundo de tu ser, y de
ese modo antes serás mío, tu noble corazón ha de morir para que me pertenezcas
por completo, eso es algo que no he podido destruir en estos doce años, y ahora
me sales… – un pensamiento cruzó por unos instantes por su mente, si eso era
cierto todo encajaba – un momento es que esa inútil de tu hermana ha despertado
sus poderes, claro, debe ser eso, hace poco que ha cumplido los dieciséis, me
pregunto que tal estará, si tendrá un buen cuerpo, si será capaz de dar placer
a un hombre ardiente como yo… – no pudo
continuar una esfera de fuego y detrás una lanza de hielo se le acercaban,
Thyeor estaba en trance, descubrir todo aquello, le había despertado sin que
fuese necesario un entrenamiento –, así que descubrir la verdad ha conseguido
esto, bueno me ocuparé de que tu hermana muera pronto, ha despertado la
habilidad que se transmite sólo en la línea femenina de tu familia, la
transmisión de pensamiento, he de matarla antes que os volváis a encontrar o
vuestros poderes unidos acabaran con mis planes.
El
suelo del comedor se abrió, una nueva lanza de hielo atravesaba el pecho de
Edhel, una enorme ráfaga de aire apagaba las llamas y revolvía la estancia.
Thyeor caía al suelo inconciente.
Al
despertar estaba agotado, por la ventana entraban los rayos del sol iluminando
la destrozada sala. Al observar todo a su alrededor pudo ver el cuerpo de su
mentor tumbado en el suelo rodeado por un gran charco de agua y sangre
mezclados, el rostro desfigurado y su brazo estaba gravemente quemado; él, sin
embargo, no tenía ni un solo rasguño, sólo un leve quemor en su garganta.
Algo
asustado, ya que acababa de descubrir que había matado a su maestro, salió de
la estancia corriendo se apresuró a subir a su habitación, se despojó de
aquellas ropas manchadas y rasgadas y se puso otras. Se sentó un instante, intentando
poner en claro que es lo que iba a hacer ahora. No le quedaba más remedio, debía
ir a la capital, si se presentaba en el lugar al que supuestamente debía acudir
para continuar su entrenamiento nadie debía sospechar lo sucedido, pasarían
varios días, incluso semanas, antes que alguien notase la falta de Edhel ya que
vivían bastante alejados del pueblo más cercano, Drow; y Edhel no acostumbraba
a estar fuera mucho tiempo, casi no salía, así que nadie se daría cuanta de su
muerte de forma rápida.
Sin
pensarlo mucho más, bajó a la cocina cogió algo para comer, algo de beber y
regresó a la habitación. Una vez allí cogió el baúl, la mochila y algunas cosas
a las que se sentía apegado y salió de la casa dirigiéndose al patio trasero,
allí se encontraba un círculo de portal, comenzó con el hechizo y cuando lo
tenía casi acabado recordó la katana. Regresó por ella, luego activó el portal
y se marchó de allí, sin sentirse apenado por lo sucedido, pero con un pequeño
proyecto, tenía que encontrar a su hermana, al parecer una muchacha cuatro años
mayor que él, y de la que sólo sabía que tenía los ojos azul celeste.
Unas
horas más tarde Edhel se levantaba del suelo, la herida del pecho había cerrado
por completo, su brazo estaba bastante mejor aunque le quedarían fuertes
marcas, se acercó a un espejo y contemplo su desfigurado rostro, no podía creer
que aquel endemoniado crío tuviese aquel tipo de fuego elemental, era de todos
los posibles el más temido y el que sólo se da en contadas ocasiones, el Gas
azul[16].
Tal
vez no debería haberle dicho la verdad sobre su familia, pero ya se vería si
todo salía como él deseaba, aquel chiquillo se convertiría en su peón, sería el
que le entregase el mundo en bandeja de plata, le convertiría en el ser más
poderoso. Sería un dios…
En
la esfera en la que se encontraba encerrado, Thyeor se movía agitado, estaba
recordando cosas que tenía encerradas en lo más profundo de su cerebro. En su
rostro se iban dibujando muecas de dolor, odio, pesar, miedo, hasta que finalmente
de sus cerrados ojos comenzaron a brotar lágrimas. No podía explicarse lo que
pasaba, pero estaba recordando todo de una forma tan nítida que es como si
estuviese allí reviviéndolo segundo a segundo.
Leafer
estaba intranquilo, llevaba días sin tener noticias de Krad, tampoco sabía nada
de su hermano, aunque pensándolo bien tampoco esperaba saber mucho de este último,
ya que al parecer aquel último encuentro entre ambos le había afectado y
bastante, a pesar de todo se estaba impacientando y cuando eso pasaba tenía que
destruir algo o a alguien. El retraso de Krad era lo que más le estaba
molestando. Cerró los puños y golpeó la mesa frente a la que estaba sentado, en
un vano intento de descargar su ira.
Unos
instantes después escuchaba pasos apresurados que se dirigían a la sala en la que
se encontraba, sin tocar, la puerta se abrió de golpe y ante él aparecía un
fatigado Krad.
-
Maestro siento el retraso –, decía Krad mientras se acercaba a paso ligero al
escritorio donde se encontraba Leafer –, pero ese dichoso viejo ha sido un
verdadero dolor de cabeza, creo que es la primera vez que tardo tanto en
localizar a alguien…
-
Y bien, ve al grano.
-
A eso iba. Yrret ha recibido una visita, al parecer una muchacha procedente de
Drache, ha venido a solicitar su presencia para mitigar una extraña enfermedad
que está teniendo lugar en la zona. Del viejo, lo siento, pero esta mañana le
he perdido la pista; hasta ayer por la noche estuvo en su casa, pero de pronto
ha desaparecido sin dejar rastro.
-
Otro inútil, parece que es una plaga que tengo que sufrir, estar rodeado de
ineptos… creo recordar que te advertí que era un mago, quizás de nivel maestro,
pero bueno cambiando de tema se puede confirmar que exista esa plaga, enfermedad
o lo que quiera que sea en Drache.
-
Creo que es cierto, hay rumores extraños circulando, ninguno que sea fiable,
pero de todas formas me pondré en contacto con uno de nuestros secuaces en la
zona y así lo confirmará.
-
Pues a que esperas, si es cierto, que te mantenga informado, no quiero perder
la pista a esos dos, por cierto ¿sabes algo de Thyeor?
-
Creo recordar que se aloja en una posada en Lennut, “Dos hermanas” si no estoy
equivocado en el nombre, en ese mismo lugar tuvo un encuentro con Yrret, pero
no sé nada más, como no se me encomendó vigilarle a él también no le he tenido
en cuenta.
-
No, no era de vital importancia tenerle localizado en todo momento, solo era
curiosidad, espero que no se le ocurra traicionarme, a parte de lo que él
espera de mí, si se le ocurre llevarme la contraria, le mostraré a cierta
persona que creo le va a tranquilizar, y de la que parece ha olvidado que
llevaba tiempo buscando.
-
Maestro, pensaba que ese joven sólo desea devolver a la vida a su novia
fallecida hace cuatro años, es que hay algo más en su pasado que usted conoce.
-
Bueno, digamos que descubrí cierta información, y como sabes soy muy bueno
utilizando lo que descubro en mi propio beneficio. Ahora ve a ponerte en
contacto con nuestro sirviente en Drache, quiero saber cuánto antes qué está
pasando, no me gusta estar mucho tiempo sin información.
-
Si maestro, ahora mismo. – Esa información también podías buscarla tú, si tanto
te cansas de esperar por qué no sales de aquí y haces tú mismo el trabajo, si
no fuera porque te temo me largaría de aquí y no volverías a saber nada de mí.
Pensaba Krad mientras se alejaba del lugar.
Leafer
se frotaba las manos, aunque sus planes no estuviesen saliendo tal y como él
había planeado, por el momento nada se había torcido lo suficiente, como para
que fuese imposible enderezarlo de nuevo y ponerlo a su favor como a él le
gustaba.
[8] Soy el caminante, llévame a donde quiero ir,
llévame al Páramo del sueño – ¡de inmediato!
[9] Soy el esclavo que viaja con el maestro, he de
reunirme con él de inmediato, ¡llévame hacia él!
[10] Esclavo
del tiempo, enciérrale, cerrojo de tiempo ¡Activación!
[11] Ángeles
del cielo, Ángeles del infierno, ¡escudo!
[12] Sol,
dame tu luz, ¡Resplandor!
[13] Agua
y viento, tormenta de hielo.
[14] Alium:
flor silvestre de color púrpura, crece en las zonas rocosas cercanas a cursos
de agua, sus flores forman una inflorescencia, tienen un aroma muy agradable
parecido al de la lavanda. Se utiliza para hacer cataplasmas para evitar
infecciones en las heridas. El zumo realizado con sus raíces y hojas evita los
envenenamientos.
[15] Arem:
es el nombre del musgo que buscaban los padres de Thyeor, como se dice es muy
peligroso si no se sabe manipular, ya que mezclándose con el crece una planta
venenosa, un leve roce con sus púas o inhalar el polen de sus flores y ya se está
envenenado en cuestión de minutos hemorragia masiva y la muerte, esta planta
hay que separarla primero para poder coger el arem. Este musgo una vez seco y
convertido en polvo tiene grandes propiedades curativas, mezclándolo con el
alium cura toda enfermedad conocida.
[16] Gas
azul: elemento fuego muy poco usual, se expande como una llamarada pero no
consume nada que esté vivo, produciendo quemaduras parecidas a las provocadas
por el ácido. Si se sabe dominar y concentrar se transforma en rayo.
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