miércoles, 12 de agosto de 2015


Planes

 

Six se había encontrado intranquilo desde el día anterior, estaba seguro que se olvidaba de algo importante, y lo peor era que sentía como si de golpe hubiesen desaparecido unas horas de su vida, unas horas de las que no recordaba absolutamente nada de lo que había hecho o dónde había estado.

Se había encontrado de pronto en la zona donde descansan las monturas mientras no son usadas. En aquella especie de cuadras o caballerizas por llamarlas de alguna forma, ya que había caballos, águilas y dragones; sentado junto a una de las águilas que normalmente usaba Yrret para ir al páramo. Era de noche y no podía explicarse como había llegado a aquel lugar.

Salió de allí y se adentró en la casa, sus dos compañeros estaban acostados y su maestro no estaba, recordaba que había salido al páramo en una de esas salidas que hacía frecuentemente para recolectar plantas, frutos y todo aquello que le pudiese servir para hacer ungüentos, cataplasmas, elixires y medicamentos. Aún no tenía tiempo de llegar ya que había ido a pie y solo, se había negado por completo a ser acompañado por él, tenía que reconocer que era un poco torpe, bueno siendo sincero muy torpe, era un verdadero inútil, aún no se explicaba como no le había echado ya. Como fuese, estaba intranquilo, estaba seguro de que se olvidaba de algo importante, algo relacionado con Yrret, pero por más que lo pensaba no podía recordar que era. Dejó de darle vueltas y se acostó.

Al despertar, lo primero que hizo fue comprobar si su maestro había regresado, al encontrar el lecho intacto, se alarmó un poco, aquello no era normal, se vistió y salió de la casa como alma que lleva el diablo.

Su misión de espionaje había fracasado, había perdido a su objetivo por más de veinte horas, sí, había pasado casi un día completo, su hermano le iba a matar o peor aún le convertiría en una de sus esculturas. Tenía que verle lo antes posible informarle directamente antes que otro de los secuaces de su hermano mayor lo informase, si eso ocurría la ira de Leafer Karas caería sin dilación sobre él, Sixel Karas.

Ando lo más rápido que pudo, era como una carrera a contra reloj, su hermano tenía ojos en casi todo Lennut, estaba acabado. Temía más a su hermano que a la propia muerte que se le presentase ante él con guadaña y todo.

El sendero era estrecho, poco frecuentado, en muchos lugares estaba lleno de hierbas y maleza, en otros había zonas en las que árboles caídos o piedras desprendidas hacían que tuviese que pasar por encima o buscar la forma de salvar el obstáculo.

Cuando llegó cerca del lugar desde el cual se divisaba la ciudadela y el castillete, se detuvo en seco, una extraña figura lanzaba un potente conjuro sobre algunos de los guardianes que su hermano tenía dispuestos por toda la zona que rodeaba su guarida; un negro resplandor surgió de aquella espada y en cuestión de segundos todo lo que aquella oscura silueta tocaba desaparecía convirtiéndose en polvo. Se quedó petrificado, no estaba seguro si era algún aliado de su hermano o todo lo contrario, pero no se movería de aquel lugar hasta estar seguro. El tiempo pasó lento o por lo menos esa fue la impresión que él tuvo; finalmente vio salir a aquel individuo, cuando llegó al mismo lugar donde le había visto por primera vez se esfumó en el aire.

Esperó unos minutos más y se encaminó al castillete, corrió más que ando, no es que tuviese miedo, tampoco que estuviese preocupado por su hermano, bueno un poco si, era su hermano y aunque le temiese, no siempre fue así, guardaba muy buenos recuerdos de su infancia, pero todo había cambiado cuando Leafer había mostrado su afinidad y facilidad para la magia, a partir de ese momento se fueron distanciando y ese lazo de hermandad se rompió, uniéndose más a su padre.

Llegó jadeante a causa de la carrera, se paró y tomó un poco de aire. Todo estaba tranquilo. Caminó despacio acercándose lentamente a la entrada. Al entrar pudo ver a su hermano sentado en la escalera mirando hacia la puerta como si le estuviese esperando.

- Ya era hora hermanito –, el tono frío, cortante, el rostro serio y la mirada fría y penetrante, Six sintió como un escalofrío recorría su columna vertebral –, ya lo sé, has vuelto a meter la pata como de costumbre, aún no me explico como te mantengo trabajando para mí…  – gira la cabeza y mira para otro lado dejando la frase en el aire.

- Her…hermano no seas tan frío y duro conmigo, tenemos la misma sangre…

- A veces me pregunto si eso será cierto. – Suspiró y volvió a mirar a su hermano. – Cambiando de tema se puede saber que es lo que pasó, como lo pudiste perder, no se supone que te las habías ingeniado para irle a recoger al páramo.

- ¿Cómo? ¡Recogerle en el páramo!, no recuerdo nada de eso – el rostro de sorpresa de Six era máximo.

- Como lo sospechaba, has sido víctima de un hechizo de “olvido”, bueno no importa, regresa, que nadie sospeche que has salido, y no te separes de él, ni a sol ni a sombra, ten en cuenta que si vuelves a fallar pasaras a formar parte de mi colección…

- No serías capaz de hacerme eso ¿verdad? Somos…

- Deja de recordarme de una maldita vez que somos hermanos, para mi dejaste de serlo en el momento que te mostraste como un verdadero inútil, es que no sirves para nada en absoluto, encima eres afín con un elemento y aún no lo pues usar, has tenido que llevarte tu hasta eso y … – las  palabras más duras que había escuchado de labios de su hermano se clavaron como puñales en su pecho, aquello que le acababa de mostrar era odio, un rencor que no se podía explicar como había llegado a aquel punto, tanta era la ambición de su hermano, Six cerró los ojos dejó salir unas lágrimas  y se giró sin terminar de escuchar el veneno que su hermano expulsaba por su boca –, …se puede saber a donde vas, aún no hemos terminado.

- Lo siento hermano, si te soy sincero extraño aquellos momentos que pasábamos juntos cuando aún éramos unos chiquillos, si tanto te molesta mi presencia o incluso mi existencia, por qué no has acabado conmigo, por qué sigues usándome como un juguete, por qué me odias tanto, sí, sólo soy tu único hermano, eso te paree poco, ya estamos solos tú y yo nuestros padres ya no están, si es por la magia… – su voz se rompió, la mirada de odio de su hermano cada vez era más potente y la crueldad se dibujaba en su rostro –, …si tanto te… si me odias hasta querer verme inmóvil hazlo de una maldita vez, y pensar que cuando vi a aquel individuo salir de aquí, pensé que te habían hecho daño y vine corriendo… siento ser una carga para ti, procurare no volver a molestarte pero no esperes que te vuelva a…

- ¿A qué? A informar, a perder a la persona que se supone debes vigilar, ja, no seas necio, qué harías tú si se enteran que eres un simple y de paso inútil espía…

- Basta, basta, ya cállate… – el cuerpo de aquel muchacho delgado, de ojos rasgados de un negro intenso, de cabello corto y gris, comenzó a rodearse de un resplandor ambarino y un círculo de aire empezó a formarse a su alrededor, meciendo las prendas holgadas que llevaba puestas, sus ojos empezaron a cambiar de color pasando del negro intenso al gris brillante, poco a poco levantó su rostro de nuevo, para fijar su mirada en la de su hermano, esta vez al hablar su voz sonaba completamente diferente era gruesa un tono o dos más grave que la normal voz de Six –, …olvidas muy fácilmente que somos hermanos que por nuestras venas corre la misma sangre, olvidas que soy afín al aire, es por eso por lo que me odias porque tu no puedes ser afín con ningún elemento, es esto lo que tanto quieres pues ven y tómalo no esperes más, si no me equivoco tienes los conocimientos necesarios para arrebatar poder mágico, ¿no es así?, no opondré resistencia te lo doy gustoso para lo que me sirve… – el rostro de Leafer estaba descompuesto, desde cuando su inútil e inservible hermano podía desprender tanto poder, le daba la sensación de estar ante un huracán en pleno proceso de crecimiento, sabía que era afín al aire pero no que pudiese dominarlo, ¿cuándo?¿cómo?, ni siquiera se atrevía a acercarse, el poder en aumento de su hermano parecía querer destruir todo a su paso.

- Vaya –, dijo con la voz temblorosa –, parece que puedes ser más útil de lo que pensaba… pero no me interesa robarte lo que es tuyo… simplemente vigila a ese maldito curandero del tres al cuarto y no vuelvas a fallar.

- No hermano, se acabó. Creo que en el tiempo que he estado intentando aprender de ese curandero como tu dices, he entablado una relación con él y mis otros compañeros que creo jamás se dio entre tu y yo, o tomas lo que te ofrezco ahora o me olvidas para siempre. – El muchacho aún rodeado de aquella aura y de aquel poder se giró lentamente y comenzó a andar, se arriesgaba a que su hermano lo convirtiese en una de sus estatuas vivientes pero ya estaba cansado de desprecios, desplantes, humillaciones y de ver aquel odio reflejado en aquellos ojos que años atrás le habían mirado con amor y dulzura.

- Bueno, pensándolo fríamente puede que esta nueva faceta en la vida de mi hermanito se ajuste mejor a mis planes de lo que en un principio pensaba –, murmuró de forma casi inaudible mientras veía a su hermano dirigiéndose a la salida, una sonrisa de satisfacción se dibujaba en su rostro –, ya vendrás de nuevo a mi suplicante como de costumbre y la próxima vez no seré tan benévolo – gritó para que Six le escuchase.

- La próxima vez que entre aquí será con los pies por delante o para acabar contigo, si es que alguna vez consigo reunir el valor suficiente para desterrar esto que llevo guardado en mi corazón desde hace tanto. – Murmuró débilmente mientras las lágrimas caían de sus ojos y el cansancio empezaba a apoderarse de su cuerpo, desplegar aquello por primera vez al reunir en su interior la rabia que le causaba todo lo que su hermano le decía, estaba agotando de forma rápida su cuerpo, tenía que hacer un esfuerzo para salir de allí cuanto antes.

Una vez fuera corrió con sus últimas fuerzas y al llegar al bosque, a través del que pasaba el sendero, cayó al suelo completamente agotado perdiendo el conocimiento instantes después.

    

 

Yrret no soportaba la tensión, aquella presión que sentía a su alrededor era agotadora, el murmullo de los otros clientes del bar casi no superaba el silencio que había en aquella mesa, llevaba a su boca algunos cuernos de demonio y bebía el hidromiel de forma rápida intentando permanecer allí el menor tiempo posible, estaba a punto de dar el último sorbo cuando…

- ¿Es buena esta posada? – Preguntó Thyeor mirando por el ventanal, es que de pronto se ha vuelto hablador pensó Yrret.

- La mejor de la zona, y no lo digo por ser amigo de las dueñas, es que lo es.

- ¿Eres mago? Siento una gran fuerza mágica en ti. – La pregunta tomó por sorpresa a Yrret e intentó que no se le notase en el rostro pero era tarde.

- Soy médico o lo intento, uso la magia curativa nada más. – Intento ser lo más amable y frío a la vez.

- Ya veo… – aquellos ojos rojos como sangre se fijaron en una joven que entraba en aquel momento, de unos 22 años, con el pelo recogido en una larga trenza atada con una cinta azul, aquellos cabellos rojos resaltaban lo sonrosado de su rostro y aquellos ojos azules; al entrar miró al lugar que ocupaban Yrret y Thyeor, deslumbrándoles con una hermosa sonrisa, la muchacha de delgado cuerpo se acercó a ellos.

- Yrret otra vez has venido a contemplar a mi hermana, cuando te lanzarás de una vez –, dijo mirando a Yrret viendo como este se ponía colorado –, si tu amigo está libre quizás me lo puedas presentar – soltó coquetamente mientras miraba a Thyeor.

- Krista tu tan descarada como siempre, no cambias, no seas así entre tu hermana y yo… bueno ya se verá, por cierto, él no es que sea mi amigo precisamente, es sólo alguien de paso que necesitaba un lugar para sentarse.

- Vamos Yrret que te conozco muy bien, eres capaz de hacerte amigo de un desconocido en menos que canta un gallo.

- Lo siento señorita, apenas hemos hablado, y no estoy interesado en hacer amistades, sólo estoy de paso –, el tono frío y distante y aquella mirada demostraron a Krista que se había precipitado al sacar conclusiones –, si me disculpa – dijo intentando ponerse de pie, dejando su jarra a medio beber.

- Para, para, que no hay un incendio por controlar, no tienes porque irte, esta es Krista la otra propietaria de esta posada, como has podido comprobar es un poco lanzada pero muy buena gente, y ya que estamos con las presentaciones yo soy Yrret. – Dijo mientras se ponía de pie, tendiendo su mano e intentando esbozar una sonrisa.

- Bueno, siendo así, no estoy muy acostumbrado a entablar conversación con aquellos que encuentro en los lugares por los que paso, pero verdaderamente estoy sediento y necesito descansar –, habló sin mirar a ninguno de los dos en particular –, me llamo Thyeor, y como ya he dicho estoy de paso –, su  rostro ni se inmutó, primero miró a la muchacha e inclinó la cabeza a modo de saludo, luego estrechó la mano que Yrret le tendía, apretando como si quisiese saber la fuerza que aquel individuo tenía, Yrret devolvió la presión sin mostrar en su rostro la sorpresa por la fuerza de aquella mano.

- Discúlpame si te he molestado en algo, pero conociendo a este como le conozco pensé… bueno voy a ayudar a mi hermana antes de que no pueda más, si deseas algo de comer solo pídelo. – Se dio la vuelta y se dirigió al fondo del local, hacia una puerta que daba paso a la cocina.

De nuevo el frío rodeó a los dos hombres, Yrret dio el último sorbo y se puso en pie, se despidió de aquel joven con un movimiento de cabeza y se acercó a la barra. Revia se acercó a él unos minutos más tarde.

- ¿Ya te vas?

- Si, he de hacer unas cosas y poner a secar las nuevas plantas que he traído, dime que te debo, e incluye lo de ese tipo que se sentó junto a mi, no sé porque pero tengo la extraña sensación de que vamos a estar más ligados de lo que pueda parecer…

- Vaya, ya estás otra vez, no iras a decirme que le vas a proponer que sea tu aprendiz, aún recuerdo cuando Six llegó… – se interrumpió al ver la cara de Yrret. – ¿Pasa algo?

- No, nada, cosas mías. Haces el favor de decirme cuanto es.

- Dos monedas de plata.

- Bien quédate el cambio por tu simpatía –, dijo mientras dejaba sobre la barra dos monedas de oro y se giraba para marcharse.

- Pero Yrret esto es… – no continuó, él caminaba hacia la puerta mientras se despedía con un gesto de su mano. – Este hombre es incorregible –, suspiró ella mientras guardaba las monedas, luego observando al extraño joven se encaminó hacia él –, deseas algo más…

- Sólo saber a que hora se sirve la comida y cuánto es lo que tengo delante de mí – interrumpió él.

- Bueno eso ya está pagado, Yrret se ha encargado de eso, si deseas comer algo sólo dilo servimos a cualquier hora del día.

- Bien… – dijo mientras veía por el ventanal desaparecer la figura de Yrret entre las personas que andaban en la calle, que persona más extraña, invita a alguien sin apenas conocerla y si sabe sentir el poder mágico debe haber supuesto tras lo que voy, por qué habrá hecho eso, se preguntaba mientras con la mirada perdida continuaba mirando el último lugar en el que le había visto.

  

 

Yrret hizo el camino de regreso a su hogar pensativo, aquel encuentro le había dejado helado y a la vez con una sensación de que no sería ni la primera ni la última vez que se encontrarían. Algo le decía que estaban relacionados por finos e invisibles hilos.

No era muy hábil percibiendo el poder mágico de los demás, pero aún dado su bajo nivel en ese tipo de conocimiento había notado una gran cantidad de poder en aquel hombre, sería otro interesado en la dichosa corona, esto empezaba a molestarle, ahora era capaz de entrar en un estado de paranoia y ver espías y enemigos en cualquier extraño o conocido que de pronto se le pusiese en frente.

Algo le decía que estuviese en alerta por si se volvían a cruzar sus caminos y a la vez un instinto le decía que no era para tanto, ese instinto era lo que peor solía soportar, veía todo con los ojos del hijo único siempre deseoso de tener una gran familia, le había pasado con sus aprendices todos varios años menores que él, es que los había visto caminando por la calle, solitarios, harapientos sedientos y con hambre y su instinto de hermano mayor, ese instinto que jamás pudo practicar con alguien de su propia sangre, le gritaba que les ayudase. Así había sucedido con Egroj y con Aristo ambos unos viajeros vagabundos que llegaron a la ciudadela en un día de tormenta casi muertos, y él no pudo evitar darles cobijo y trabajo, aunque tiene que reconocer que los dos son buenos aprendices en poco tiempo serán unos buenos doctores o curanderos como les llaman algunos.

La cosa había sido diferente con Six, le había conocido en la posada, en su rostro se reflejaba el miedo, la incertidumbre y como de costumbre él no se pudo rehusar a ofrecerle su ayuda, este era bastante patoso pero algo en él le decía que no era todo lo que potencialmente podía ser, por eso le mantenía a su lado, quería descubrir cual era ese poder o si esa sensación que sentía cada vez que le miraba era cierta.

Pensar que todo con Six fuese una farsa le estaba poniendo de muy mal humor.  La posibilidad de que él pudiese ser el espía que le vigilaba cobraba más vigor según pasaba el tiempo. Eso le pasaba por ser tan confiado con la gente y tan bueno, tenía que endurecerse un poco y dejarse llevar lo justo al lado oscuro para que esas cosas no volviesen a pasar, y ahora con más razón si tenía que hacerse cargo de todo lo que se le avecinaba.        

Llegó a su casa y se encontró con Egroj en la cocina comenzando a preparar la cena o el almuerzo no estaba muy seguro de la hora, aquel encuentro le había dejado un poco descolocado.

- Yrret ya has regresado –, exclamó Egr alegre –, pensaba que Six tenía que ir a recogerte pero al parecer no fue así, él salió ayer y regresó tarde, y esta mañana salió de nuevo muy temprano y todavía no ha regresado.

- Bueno hubo un pequeño cambio en los planes, no pasa nada, le dije que no hacía falta que fuese a buscarme, quería recorrer una nueva zona del páramo en busca de plantas –, mintió rápidamente intentando ocultar la sorpresa por descubrir que él aún no estaba en la casa –, lo que me extraña es que saliese sin avisar.

- A mí no, no es algo como para preocuparse, eso lo suele hacer habitualmente, bueno de cuando en cuando para ser exactos, lo que me tiene inquieto es que siendo casi media tarde no haya regresado aún.

- Cierto, eso es preocupante, y más sabiendo lo tor… bueno ya me entiendes… – dejó la frase sin concluir o estaba ante una prueba clara de quien era el espía o ya no sabía que pensar, estaba a punto de empezar a desconfiar de sus propios sentidos. – Por cierto ¿dónde está Aristo?

- Cuando regresamos del mercado vio que ya habías traído las nuevas plantas y las está organizando, limpiando y colocando en el secadero.

- Ese siempre tan organizado. Bueno me retiro un momento a mi habitación cuando todo esté listo para comer me avisas, por favor, he de revisar unas anotaciones. – Dijo girándose y encaminándose a la habitación.

- Muy bien maestro.

Aquello que otras veces le parecía de lo más normal esta vez le sonó de forma diferente, maestro, maestro de qué. Continuó, tenía que pensar la forma en que se escabulliría para ir al páramo de nuevo sin llamar la atención, sin que nadie se diese cuenta de nada.

Podía fingir una urgencia, algún enfermo en otro lugar alejado que le llevase unos cuantos días el ir, hacer su trabajo y regresar, pero el problema era que no sabía como hacer para que sus ayudantes no se diesen cuenta que todo era un engaño, si no llegaba nadie para dejar la noticia o el encargo. Al entrar en su habitación vio una nota sobre la cama, le pareció bastante extraño ya que ninguno de los otros entraba en la habitación, sabían mantener las distancias. Se acercó y la leyó.

 

 Bueno, sé que estarás pensando en como deshacerte de tus, digámoslo así, molestos acompañantes, para lo que tu y yo sabemos, eso se puede arreglar de forma sencilla, enviaré a mi hija mañana portando un encargo para salir a atender a varios enfermos lejos de aquí, al condado de Drache, hay rumores de una enfermedad o dolencia rara que está afectando a algunos ciudadanos, eso debería bastar para que puedas aprender lo que necesitas, o más; incluso, si hay tiempo, podrías visitar realmente la zona.

                                                                                                  Aceo Ziad.

 

El endemoniado viejo se había adelantado, bueno de todas formas le vendría bien esa ayudita y ya de paso no estaría mal conocer a la que se supone nació en el mismo instante que él y que es su futura esposa, sacudió la cabeza, esa idea le causó un estremecimiento, eso de futura habría que verlo, no estaba dispuesto a casarse con alguien que le hubiesen impuesto, vamos eso ya ni se pensaba como para él ir y hacer lo que su padre le… que no, el ya le tenía el ojo puesto a una buena moza, Revia formaba parte de algunos de sus sueños desde hacía mucho, claro todavía tenía que lanzarse y proponerle salir, pero era verla y quedarse sin palabras. Aquellos cabellos como el fuego y aquellos ojos en los que le gustaba quedarse perdido. Le gustaría verla con un vestido, ya que siempre lleva pantalón y camisa la que suele ser algo provocativa en muchas ocasiones dejando ver el nacimiento de aquellos senos o algo más si se inclina. Solo de recordar las veces que había visto esa situación frente a sus ojos, se le ponía el rostro al rojo. Dejó de pensar en la propietaria de la posada y se centró en lo que debería preparar para los días que supuestamente estaría fuera.

 

 

Una joven hermosa mantenía una fuerte discusión con su padre. Este le había comentado algo y ella se negaba rotundamente a hacer lo que se le pedía.

- Padre como se te ocurre meterme en una encerrona como esa, solo quieres que se cumpla la promesa que hiciste a tu amigo el día de mi nacimiento… pues puedes ir olvidándote de eso, jamás me casaré. Prefiero vivir sola que atada a un calzonazos… – la voz alterada, los gritos fuertes, estaba dejando salir todo el genio que tenía.

- Aetna, eres igual de impulsiva y cabezota que tu madre y eso era lo que me volvía loco de ella. Sólo te pido que lleves una nota a su casa, para que pueda tener la excusa perfecta para salir de ella sin que los demás sospechen.

- Pues si tanto te interesa que ese imbécil se convierta en un gran maestro llévasela tú, yo no tengo porque estar metida en tus juegos de magia –, y  mientras decía eso, con su mano derecha señalaba una pila de ropa que se alzaba sola y se introducía en un barreño lleno de agua jabonosa –, sabes que no uso la magia.

- ¿Cómo? ¿Y se puede saber qué es lo que haces ahora mismo? – dijo mientras señalaba la ropa sumergiéndose en el agua.

- ¡Ups! Vale, sí que la uso, me has enseñado muy bien, pero no estoy interesada en nada de lo que ya me has contado cientos de veces, y menos en conocer al famoso hijo del eclipse, bastante he tenido yo con ser la hija del eclipse como para que ahora nos vean juntos entonces se desata el Apocalipsis entre…

- Ya está bien Aetna –, el tono severo y el rostro firme –, nadie te está diciendo que te vayas a casar con él, descubrimos que no es necesario un enlace entre los nacidos bajo el eclipse, es suficiente con que trabajen juntos o se conozcan cuando los poderes de ambos se encuentren en su estado máximo, los tuyos están a punto de llegar a ese punto y los de él, que aún no han despertado ni mostrado de ninguna forma, si entra en el plano de la guardiana lo estarán en poco tiempo. Con respecto a la magia tu tendrás que sustituirme a mi, en poco tiempo serás una gran maestra o si lo prefieres hechicera –, el tono de voz se había dulcificado un poco, no le gustaba hablarle a su hija de esa forma pero era muy cerrada a tener que seguir un camino marcado por otro que no fuese ella –, no es tanto pedir, es sólo por un tiempo, cuando todo se haya resuelto puedes regresar a la normalidad.

- Sí, sí… siempre dices lo mismo, pero es que no me gusta que me digan lo que tengo que hacer y cómo o cuándo tengo que hacerlo, ya soy mayorcita para poder elegir. Y el colmo es saber que desde el mismo momento de mi nacimiento ya estaba prometida con alguien que ni siquiera has tenido la decencia de presentarme, vamos que eso hace que mi sangre se altere.

- Pues ya sabes que no tienes que casarte con él, pero espero que tampoco te quedes sola para siempre, no he visto que salgas con nadie o…

- Vamos tu sigue echando leña al fuego –, exclamó irritada –, no, ninguno de los inmaduros que conozco de la zona me agradan, todos babean nada mas verme, como si fuese un pedazo de carne, nunca miran el interior sino mis atributos, para estar con un sobón baboso prefiero… bueno ya me entiendes no me hagas hablar de eso que me da reparo.

- Sí, entiendo a donde quieres llegar, sólo quiero tu felicidad. Y por favor entrégale esta nota mañana, puedes ir oculta por la invisibilidad para que nadie te vea. Hazlo por tu anciano padre y los dioses te recompensarán como es debido –, dijo con el tono de voz más zalamero que pudo y con los ojos suplicantes.

- Está bien, la llevaré, pero no prometo nada más, no esperes que caiga siempre en tus súplicas y vete olvidándote de que forme parte de esa nueva dichosa orden de los…

- Niña ese vocabulario. – Atajó él antes que ella terminase.

Ella hizo un gesto y se marchó. Su niña se había convertido en una hermosa mujer de veinticinco años, el pelo largo hasta la cintura plateado como la luna llena, unos ojos grandes y de un verde agua, que hipnotizaban a cualquiera. El rostro bien cuidado con la tez ni muy bronceada ni pálida sino en un término medio. Era una mujer alta y delgada con fuertes piernas torneadas, una cintura de avispa y unos senos que eran la envidia de muchas de las conocidas de la familia. En ese momento llevaba una falda hasta la rodilla y una blusa ambas de un azul cielo. Iba descalza, siempre le gustaba andar por la casa de esa forma, decía que era la única manera de estar en contacto con la naturaleza.

Se dio la discusión por finalizada, al final no sabía muy bien cómo había conseguido que le hiciese aquel favor, siempre tuvo la esperanza de que cuando ellos dos se conociesen… deseaba saber como sería ese encuentro, deseaba que ella fuese una gran hechicera, pero ella lo tomaba todo de una forma que él se sentía un poco, no sabía cómo definirlo, triste, quizás sería la palabra más adecuada. Los hijos de los otros antiguos miembros eran reconocidos en varios lugares por sus dotes y trabajos, pero su hija aunque era posible que fuese mucho mejor que muchos de aquellos arrogantes se había mantenido alejada del mundo de las magia, en el sentido público, ya que en lo personal había aprendido casi todo, incluso era afín a dos elementos solo posible en contados casos ya que eran contrarios, agua y fuego, algo que iba muy bien con su forma de ser, temperamental y cariñosa.

Aceo suspiró y preparó una pequeña nota para que todo fuese más creíble, luego preparó en una mochila varias cosas que pensó serían necesarias para su estancia cuidando del cuerpo de Yrret.

 

 

Estaban cenando, Yrret ya había dejado una mochila preparada con cosas necesarias para hacer las posibles curas o preparar tratamientos, era la forma de que su excusa fuese más firme y creíble, salir sin llevar nada levantaría sospechas hasta en el más ignorante.

Todos estaban en silencio, nadie quería nombrar la falta de Six, las miradas dejaban ver la preocupación y a la vez algo de desconfianza sobre todo en el rostro de Yrret.

Ya casi oscurecía y no había señales de aquel torpe joven de 23 años, Yrret cada vez estaba más seguro que era un espía, los otros estaban preocupados por el que pensaban era su compañero.

Un sonido seco sonó ante la puerta principal, como de un cuerpo al desplomarse. Todos se quedaron atentos escuchando si se volvía a oír algo, solo podían escuchar el leve sonido de una respiración agitada y cansada. Yrret se levantó y se dirigió a la entrada, debía comprobar que había sido aquello que se había desplomado en la puerta de su domicilio.

Al abrir se encontró con Six exhausto de rodillas intentando incorporarse para alcanzar el picaporte de la puerta, se le veía completamente agotado, las ropas un poco rasgadas y llenas de polvo y tierra, el rostro arañado y en uno de sus brazos un corte sangrante, Yrret no salía de su asombro que demonios le había pasado.

- Six – exclamó sorprendido – que demonios… Egr ven rápido, llevémosle a su habitación, Aris trae agua templada, unas vendas y la cataplasma contra infecciones, este corte no me gusta mucho, y trae un revitalizante también, está muy agotado. – Yrret dio las ordenes rápidamente sabía como actuar casi por instinto.

- Pero que demonios le ha pasado.

Ambos llevaron a aquel cuerpo agotado a la habitación, Yrret le tendió sobre la cama y le despojó en cuestión de segundos de las ropas. Cuando Aristo llegó con lo que le había pedido limpió el corte, le untó la cataplasma y le vendó. Luego le limpió el resto del cuerpo, tenía algunos moratones y rasguños sin importancia, parecía que le habían dado una golpiza o en uno de sus momentos de torpeza se había caído por alguna ladera.

Murmuraba algo pero era casi inaudible. Yrret le hizo tragar un par de sorbos del revitalizante y luego comenzó a curar con la magia todos los rasguños, el corte lo dejaría para el final primero debía dejar que el ungüento hiciese su función de desinfección.

Un aura azul recubrió sus manos, cuando comenzó a pasarla por el cuerpo de su aprendiz.

Indicó a los otros dos que podían retirarse y él se quedó vigilante, a pesar de que por su cabeza pasaba una y otra vez, que lo más probable era que aquel que se encontraba ante él, indefenso y tendido sobre aquella cama era parte de sus enemigos, no podía evitar sentir un fuerte sentimiento de socorrerle, de ayudarle, no podía evitar sentirse responsable de aquel ser que durante los últimos cuatro años, había sido su aprendiz y que casi consideraba como un hermano.

No le sacaba el ojo de encima, tras poco más de una hora Six se sentó en la cama de golpe como si despertase de una pesadilla a la vez que gritaba:

- Hermano por qué me odias tanto… – en sus ojos se reflejó la sorpresa al encontrarse cara a cara con Yrret –,…maestro ¿qué pasa?  

- Eso debería preguntarlo yo, has estado fuera todo el día, anoche al parecer te comportaste de forma extraña y llegas en un estado lamentable. – Dijo con tono de reproche.

- Lo… lo… lo siento, tenía que hacer unas cosas y de regreso…

- Sí, no me digas, y por cierto entre esas cosas estaba dar un informe de mis movimientos –, Yrret  no pudo contenerse y se lo dijo abiertamente. Six se sorprendió e inclinó la cabeza, no podía mirarle a la cara.

-  Bu… bueno…

- Habla de una vez, me he enterado de que alguien me vigila y el mismo día que me entero de eso tú desapareces y te comportas de una forma… extraña, qué quieres que piense…

- Lo siento, no estoy en condiciones de negar nada, pero tampoco quisiera descubrir a la persona que me mandó hacerlo… puedes hacer lo que quieras, de todas formas ya no…

- No importa lo que haya pasado, no te voy hacer nada, tampoco voy hacer que te vayas de aquí, solo quiero una cosa –, le miró fijamente y al ver que mantenía la cabeza gacha, le tomó de la barbilla y le obligó a alzar la mirada hasta que sus ojos estuvieron frente a frente –, sólo quiero que me prometas que nunca más volverás a espiarme, de lo contrario yo mismo me encargaré de ti, y créeme no querrás que eso pase. – La mirada de Yrret era dura dejando ver un aspecto suyo que nadie conocía.

- Yrret… yo…– no pudo continuar, un torrente de lágrimas comenzó a salir de sus ojos.

- Descansa, ya lo hablaremos con más calma mañana… – se levantó y se encaminó a la puerta.

- No, no te vayas… yo… yo…– inspiró profundo, se llevó las manos a su cara y se cubrió el rostro con ellas por unos segundos, luego miró a Yrret y prosiguió hablando esta vez un poco más calmado –, yo he estado vigilándote desde que llegue aquí, mi hermano me obligó en cierta forma, siempre pude haberme negado, pero le tengo demasiado temor… ya no sé lo que siento por él, ha cambiado tanto… – hizo una nueva pausa, como intentando ordenar todo de nuevo –, él es un gran mago pero se ha obsesionado con encontrar…

- La corona de los sueños, ¿no?, eso quiere decir que tu hermano es Leafer el dirigente de la orden de las Tinieblas –, le interrumpió Yrret mirando incrédulo a Six. No sabía porque esa idea se había formado en su mente así como si nada.

- No sé si es el dirigente de nada o si es un completo desquiciado, lo que si sé es que lleva mucho tiempo empeñado en conseguir esa corona, después que padre no lo consiguió, se olvidó de todo lo demás. Desde muy joven se encargó de ver como padre hacía todo, para él encargarse después y así lo ha hecho, y no veas como se tomó el que yo fuese afín al elemento aire y él no pueda dominar ningún elemento.

- Bueno no tienes porque contarme nada de eso, no quiero forzarte a que pongas tu vida en peligro.

- No lo haces, de eso ya me encargué yo esta mañana, tuve un encuentro con él, y lo que me dijo fue tan hiriente tan… humillante que… bueno, despertó el poder latente en mi, despertó el viento que siempre ha dormido en mi interior, al ver esto, sé que pensó en la forma de usar eso en su propio beneficio y al negarme he firmado mi condena… – la voz se quebró y no pudo continuar.

- Descansa y no pienses más en ello, ya buscaremos la forma de que no te pase nada –, de nuevo su sentimiento de hermano mayor empezaba a actuar, un problema más a los que últimamente se estaban uniendo a su alrededor, ya parecía un imán.

Le puso la mano en la frente y con un simple toque hizo que se quedase profundamente dormido. Le miró el corte del brazo e hizo que desapareciese con solo poner su mano sobre el, luego le cubrió con una sábana y dejó que descansase tranquilamente. Tendría que ir resolviendo problemas poco a poco.

Yrret se aseó un poco y se recostó en su cama. Tener a aquel chico a su lado era una espada de doble filo. Se le notaba triste, casi se podría decir que arrepentido de espiar, pero quien le decía que no acudiría veloz a la llamada de la sangre. De momento le mantendría a su lado, había que aplicar eso de mantén cerca de tus amigos y mucho más a tus enemigos. Quizás esto fuese un pequeño revés en los planes del enemigo o una pieza fundamental ya se vería, de momento sus planes parecía que no cambiaban, lo prioritario era hacerse con su conocimiento mágico, todo aquel que le fuese posible, y claro está aprender a usarlo adecuadamente, de que le valdría saber mucho si no  lo sabía usar como era debido. Lo siguiente sería despertar el elemento que le fuese afín, no tenía idea de cuál podría ser, nunca, en toda su vida, había sentido nada que le pudiese indicar algo sobre ello.

A continuación debería plantearse comenzar a reunir la nueva orden de los Dragones Infinitos, si es que le aceptaban, todavía no había terminado de asimilar que él, fuese realmente “el hijo del Eclipse”, como le había llamado la guardiana.

Que le esperaría en los días siguientes aún no lo sabía, pero estaba dispuesto a enfrentarse a todo aquello que se pusiese en su camino, grande o pequeño, fuese lo que fuese, tendría que ir solucionando o sorteando los diferentes obstáculos que se fuesen presentando, estaba decidido más que nunca.

El sueño empezó a vencerle, pero una imagen pasó por su mente en ese momento en el que el subconsciente empieza a dominar, esa imagen fue el rostro de aquel joven de ojos rojos que había conocido en la posada, algo le decía que en algún momento, cercano o lejano, sus caminos volverían a cruzarse y que lo más probable es que tendrían que trabajar juntos.

 

Justo en el mismo momento que Yrret se estaba quedando dormido, en una habitación de la posada Thyeor tenía en su mente el rostro del que tendría que seguir si quería encontrar la forma de traer de entre los muertos a su amada Anastasia. Lo extraño es que no paraba de darle vueltas a la sensación de que tendrían que trabajar juntos en algún momento.

- Querida creo que cada vez estoy más cerca –, murmuró mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro, cerrando los ojos y quedándose dormido.

lunes, 10 de agosto de 2015


Primer encuentro

 

Yrret caminaba pensativo tras Aceo, intentando poner todo en orden en su mente, era mucha información, nuevas sensaciones, recuerdos y dolores que pensaba ya habían sido superados, nuevas responsabilidades, reunir a personas que jamás había conocido o si les había visto ni les recordaba, todo nuevo, y se sentía superado. Su cabeza hervía, no sabía si podría asumirlo todo. Sacudió la cabeza para intentar centrarse, empezaría por pensar en lo más inmediato y luego ya se vería como iría actuando.

Cinco días, sólo cinco serían necesarios. Si iba con Anelea tardaría en aprender todo lo imprescindible cinco días, años de conocimiento en tan poco tiempo, era algo increíble y muy tentador, lo que ansiaba, no, lo que deseaba desde que podía recordar, siempre había soñado con ser como su padre; las pocas veces que le vio usar magia le dejaron boquiabierto y deseando que éste le empezase a enseñar, pero eso no fue posible.

Dominaba la magia curativa como nadie en la comarca, incluso acudían de las comarcas colindantes a buscarle por su reputación, si adquiría los conocimientos para igualarse a su padre…, de pronto una imagen de destrucción se pasó durante un segundo por su cabeza, tener tanto poder sería bueno realmente para él, no lo sabía, pero nunca podría saberlo si no lo intentaba.

Tenía que calmarse y pensar fríamente. Ahora lo más importante eran esos cinco días. Cómo se las iba a arreglar para desaparecer de la ciudadela ese tiempo, sin que se levantasen sospechas, sin que sus ayudantes descubrieran el secreto. Sacudió la cabeza, contrariado; estaba muy negativo, nunca lo había estado tanto. Para añadir más peso sobre sus hombros estaban las peticiones de su padre y eso era mucha responsabilidad, aunque ese peso podría ser compartido con el resto de miembros de la antigua orden, pero… quién le decía que esos antiguos miembros quisiesen volver a unirse y arriesgar sus vidas por algo que ni su padre había podido conseguir y que, quizás, él tampoco lo lograse, a esa posibilidad de fracaso añadir quién era él en realidad. Sabiendo eso, quién iba a querer colaborar con él, si pensaban que podría destruir el mundo.

Soltó un pequeño bufido, eran demasiadas cosas a la vez, si tan solo su madre no hubiese sido tan cabezota con lo de la magia, ahora le sería más sencillo encargarse del asunto, claro que toda la culpa no era de su madre, a ella nunca le gustó la magia que no fuese la curativa, la dominaba como nadie, y él la había aprendido con facilidad. Tan solo si hubiese desobedecido un poco a su madre y hubiese intentado aprender algo por su cuenta y a escondidas.

Pero que demonios estaba pensando, sacudió la cabeza de nuevo, eso nunca se le hubiese ocurrido, desde muy pequeño era una persona responsable y respetuosa con los mayores, había mentido en muy contadas ocasiones y nunca a su madre, esa mujer tenía un sexto sentido, veía venir una mentira aún no había salido de lo más profundo de la mente del mentiroso, y a él nunca se le dio bien ocultar sus emociones, así que con esa habilidad de su madre le hubiese castigado sin cometer el delito todavía.

Suspiró profundamente, levantó un poco la mirada del duro suelo de la cueva, la salida se acercaba. Continuó caminando tras Aceo sin levantar la cabeza hasta que chocó con él, se había detenido a escasos metros de la salida, la luz del alba comenzaba a iluminar el páramo.

- ¿Pasa algo? – preguntó mirando a su acompañante.

- Eso debería preguntar yo, ¿no crees? Pareces un alma en pena, ¿se puede saber que tanto piensas o es que te preocupa algo? – Dijo Aceo que había notado desde hacía un rato el comportamiento de Yrret.

- Tranquilo, sólo pensaba, intentaba poner en orden todo en mi mente –, suspiró desviando su mirada al camino que habían dejado tras de sí –, han sido muchas cosas a la vez, enterarme de que estoy maldito desde el mismo momento de mi nacimiento, de la existencia de este lugar, de la verdadera forma en que murió mi padre, sus encargos,…

- Veo que te lo contó todo o casi todo, aunque no precisó detalles.

- Quedaron cosas sin decir –, su rostro preocupado.

- ¿Cómo cuáles?, porque yo ya te adelanto que no es una maldición lo de tu nacimiento.

- Bueno si ser capaz de destruir todo lo conocido no es una maldición ya me dirás tú que lo es –, suspiró y continuó antes de que Aceo pudiese responder –, a lo que iba… tú les conoces o sabes algo de ellos… – miró fijamente a los ojos de Aceo y no se atrevía a pronunciar las palabras que faltaban.

- Te refieres a la orden oscura ¿verdad? – Yrret asintió –, pues algo sé… en un principio era mucho mayor, en tiempos de tu abuelo los enfrentamientos con ellos eran casi constantes, con el tiempo se dividió, una parte casi ha desaparecido, no están muy interesados en asuntos mágicos, se han dedicado más al estudio del lenguaje; sin embargo, el grupo que está activo es el formado por los más radicales de estos magos oscuros, son ambiciosos y peligrosos, su cabecilla actual es Leafer Karas. Por desgracia no hay mucha información sobre ese tipo, es muy escurridizo y aún no hemos podido conseguir nada relevante. Sabemos seguro que nos tiene vigilados, pero creo que los que están al cargo no saben que soy un gran Maestro…

- Espera –, interrumpió  Yrret algo alterado –, sabemos, hemos, hablas en plural y ¿qué es eso de que nos vigilan? – El tono de voz era de confusión e intranquilidad.

- Cierto, tú no sabes nada, la orden que tu padre conoció y que lideró como Gran Maestro ha desaparecido por completo, bueno por completo no, aún quedamos tres vivos. Como puedes ver yo aún sigo con vida, luego está el maestro de armas Leiram –, al escuchar ese nombre los ojos de Yrret se abrieron al máximo, era la persona que nombraba su padre en la carta –, que lleva varios años retirado, después de enseñar a su último alumno renegó de volver a enseñar a nadie más…

- No, yo le necesito como es posible que…

- Deja de interrumpir iba a explicar eso ahora, al parecer, y por lo poco que me ha querido contar, su último alumno fue alguien fuera de lo común, algo más joven que tú, pero su nivel de poder era increíble, apareció de improviso, convenció fácilmente a Leiram para que lo tomase como pupilo, aprendió todo lo necesario para manejar cualquier tipo de arma en unos cuatro meses… – hizo una pausa, el rostro de asombro del joven era más que evidente –, usaba magia oscura y algo de la blanca, pero lo que más temor causaba, según Leiram, era su deseo de dominar la magia antigua, de la que ya conocía varios hechizos, no sé mucho más sobre él, ni siquiera  pude conseguir que Leiram me dijese su nombre; le aceptó como alumno pero cuando éste se fue el maestro se encerró en su mundo y desde ese momento sólo permite que sus hijos y algunos amigos de toda la vida, entre los que tengo el privilegio de encontrarme, se le acerquen.

- Vaya eso es increíble. ¿Y se supone que yo tengo que reunir a la antigua orden? Ja, no me hagas reír, si hasta se me están quitando las ganas de hacer nada.

- ¿Pesimista? No me lo creo. No te des por vencido antes de comenzar la batalla. La orden que tu padre conoció ya no existe pero los hijos e hijas de los antiguos miembros sí, y estoy casi convencido que se reunirán para terminar lo que sus padres no consiguieron. Además hay un tercer miembro de la antigua vivo, Zaidan, un experto en lengua antigua, y seguro que ese se apunta, siempre le ha gustado dar batalla, es el más joven de los que quedamos vivos. Entre nosotros intentamos durante un tiempo descubrir todo lo que pudiésemos de ese individuo, pero fue en vano, sacamos poco en claro, ni siquiera pudimos descubrir donde vive, aunque tenemos claro que debe ser por las cercanías. Lo de vigilarnos, sé que siempre hay alguien siguiéndome, a ti también e incluso osaría decir que uno de tus ayudantes o sirvientes o como les llames trabaja para ellos.

- No creo que ninguno de ellos me espíe –. Dijo dubitativo –. Bueno, tienes razón, ya tendré tiempo para pensar eso, hay algo que me urge más y es como resolver lo de mi ausencia durante esos cinco días, creo que será mejor ir resolviendo las cosas de una en una, según se vayan presentando, si me pongo a pensar en todo a la vez voy a terminar mal…

- ¿Pensar? parece que no piensas… – hizo una pequeña pausa mirando el rostro de incredulidad del joven, mientras una leve sonrisa se iba dibujando en su rostro, ahora casi sin las marcas del paso del tiempo, aquel elixir hacía un buen efecto –, no se supone que eres el único médico de la comarca y que te llaman de las comarcas vecinas, hay que seguir dándote pistas de lo que puedes decir…

- Vaya, me has hecho quedar como un verdadero ignorante, no se me había pasado por la cabeza nada relacionado con eso.

- Vale, pues si ya estás más tranquilo vayámonos, procura resolver todo lo antes posible, es necesario que domines la magia antes de comenzar con el siguiente paso.

- Sí, sí, lo sé, deja de sermonearme como si fuese un niño pequeño, por si no lo sabes odio eso, y se puede saber cómo vamos a regresar a la ciudadela. – Inquirió mirando con un brillo en los ojos, un brillo de determinación y de confianza en sí mismo renovada.

- Ya lo verás.

Recorrieron los metros que les separaban de la entrada en silencio, parecía que la conversación terminó y que ahora sólo hacían falta miradas o gestos. Yrret pensaba intrigado en cual sería el modo por medio del cual regresarían, él no había traído ningún tipo de montura, y Aceo lo más seguro es que hubiese usado un hechizo de transporte, pero no estaba seguro si se podrían hacer ese tipo de conjuros para dos personas a la vez.

El sol comenzaba a iluminar directamente el páramo, la neblina que cubría el terreno poco a poco empezaba a disiparse, las alimañas, que durante la noche habían pululado a sus anchas, estaban casi en su totalidad en sus guaridas resguardadas. Algún predador dejaba oír su voz avisando de que aún no estaba satisfecho. Las sombras que se iban poco a poco rompiendo con la lenta llegada de las luminosas espadas solares todavía cubrían gran parte del lugar dando a los árboles un aspecto tétrico.

La atmosfera estaba cargada, el aire era bastante pesado por los gases que contenía debido a la niebla. 

Aceo levantó su mano y de un simple movimiento hizo desaparecer la entrada por la que acababan de salir, luego miró sonriente a Yrret y le invitó a seguirle con un gesto de su cabeza.

Anduvieron por un estrecho sendero que se alejaba en dirección contraria a la que habían usado para llegar allí. Los matorrales cubiertos de telarañas y gotas de rocío se quebraban a su paso, algunos por el contrario enganchaban sus afiladas púas en las ropas e incluso alguna que otra vez en la carne de los hombres.

Tras unos diez minutos de camino, se abría majestuoso ante ellos un claro completamente circular, el suelo de una roca grisácea, el círculo formado estaba rodeado de unas pequeñas esculturas, que parecían ser lobos. Todas en la misma postura, sentados mirando al centro del círculo.

Aceo caminó hasta el centro y en un leve murmullo dijo: "Ich bin der Wanderer, Ich brauche den schnellsten Weg,  Aktivierung!“[1].  Unos grabados comenzaron a iluminarse en un tono débil desprendiendo una luminosidad azulada, en ellos se distinguían los símbolos de los cuatro elementos y entre ellos los de las cuatro latitudes. Miró a Yrret sonriendo y le indicó que se acercase, cuando éste estuvo a su lado mirando todo como embobado, de nuevo murmuró: “nach Lennut”[2]. Los grabados comenzaron a tomar más intensidad, cada vez el resplandor era mayor en un tono verdoso, cuando no se distinguía nada en absoluto los dos cuerpos desaparecieron del lugar. La intensidad fue apagándose poco a poco hasta desaparecer completamente, quedando la zona completamente solitaria.

Ambos hombres aparecieron a unos quinientos metros de las murallas de la ciudadela, Lennut como la conocían los viajeros, pero que entre los habitantes simplemente era la Ciudadela. Dentro del bosque a escasos metros del camino que conducía al páramo. En el sitio en el que habían aparecido un pequeño círculo apenas visible perdía poco a poco el tono verdoso que había adquirido al llegar los viajeros.

- Eso ha sido…

- Sí, eso mismo.

- Pero lo has activado en…

- La frase de activación es de la magia antigua, no me preguntes es el único que conozco, y estos pequeños portales están por todo el mundo donde los Numit habitaron, cuando conozcas a Zaidan tendrás la oportunidad de aprender mucho más, ya que él es un experto en este tipo de magia.

- Ya veo –, Yrret no salía de su asombro –, vayamos a la casa… – el rostro de Aceo se tensó y se puso serio – y ahora ¿qué pasa? – Yrret le miraba inquisitivo.

- No podemos aparecer los dos a la vez, te olvidas que me están siguiendo y que a ti te vigilan…

- Cierto me habías comentado algo sobre eso…

- Tan despreocupado como tu padre, ve tu delante, ya me ocuparé yo de ponerme en contacto contigo, te doy tres días para que prepares todo lo que haga falta para que tu marcha sea creíble.

- Bien, nos vemos. – No estaba muy de acuerdo con que le diesen plazos, pero tampoco tenía ganas de discutir.

Yrret caminó por entre los matorrales de forma paralela al camino unos cuantos metros como si se dirigiese de nuevo al páramo, procuró ir lo más despacio posible para no romper ninguna rama, luego se acercó al borde del camino y de un largo paso se colocó casi en medio del mismo. Comenzando a andar en dirección a las murallas que rodeaban aquella pequeña ciudad en la que había vivido toda su vida. En su cabeza daba vueltas todo lo que había vivido en las últimas horas, y ahora que lo pensaba fríamente, su cuerpo comenzaba a pasarle la factura por estar tanto tiempo sin darle descanso. Aligeró un poco el paso ya deseaba llegar a su casa soltar la mochila y echarse a descansar unas horas.

 

Thyeor apareció en medio de un camino poco frecuentado, los matorrales y las hierbas casi lo ocultaban, miró detenidamente a su alrededor, a lo lejos se veía una ciudadela, era Lennut y, a simple vista, no había cambiado mucho desde la última vez que había estado en aquel lugar. Justo en  la otra dirección se podía ver un castillete en lo alto de una colina, daba la impresión de ser un edificio en ruinas y abandonado, pero en realidad era todo lo contrario.

Empezó a dirigirse a la desvencijada construcción, ya que era el lugar de reunión con Leafer.

A penas si había andado unos minutos cuando se vio completamente rodeado, una jauría de perros salvajes y algunos cuerpos, que no podría asegurarse si estaban vivos o muertos o era una mezcla de ambas posibilidades.

En cuestión de segundos aquel extraño grupo comenzó a acercarse, era clara la intención con la que lo hacían.

- Vaya, me hace venir hasta aquí y se olvida de guardar la basura, no me gusta hacer esto pero no tengo tiempo que perder –, dice desenvainando su espada –,  “Ich bin der, der zwischen die Dunkelheit geht; der, der zwischen zwei Welten lebt; Halito Corvus Zerstört!”[3] – dicho esto abatió su espada y de ella salió una ráfaga de aire que se fue tornando oscura hasta tomar la forma de un cuervo, todo a su paso quedaba convertido en polvo, los atacantes al ver aquel poder se detuvieron retirándose poco a poco –, como era de esperar de sirvientes tan patéticos, cualquiera con un mínimo de poder se desharía fácilmente de ellos –, dijo con tono de superioridad, continuando su camino hacia aquel castillete en ruinas.

Pocos minutos después accedía al lugar por un arco de piedra, casi completamente derruido, que daba paso a un pequeño patio de armas que rodeaba casi en su totalidad aquel edificio. Avanzó hasta lo que parecía la entrada principal, los destartalados portones estaban entreabiertos, algunos sillares estaban esparcidos por los alrededores, lo que antaño hubo de ser un hermoso edificio ahora apenas mostraba un tercio de su pasado esplendor. Entró sintiendo en su cuerpo el peso de la barrera mágica, lo que vio en comparación con el exterior era asombroso, los tapices adornaban las paredes, una hermosa escalera daba paso a la parte superior y a sus lados unos pasillos conducían a la sala principal de aquel castillete. Una hermosa alfombra en la que se podía ver un dragón arrojando fuego de sus fauces unía la escalera con la puerta de entrada, muebles de madera maciza con los más delicados grabados se observaban en la estancia. Era como si el tiempo nunca hubiese pasado o como si el edificio estuviese recién rehabilitado. Una voz prepotente y a la vez familiar le sacó de su estado de observación.

- Thyeor Zero-Rezar tiempo sin verte, no era necesario que hicieses esa pequeña demostración de poder con mis sirvientes. – Dijo con una sonrisa llena de falsedad.

- Ya calla, y vamos al asunto que quieres tratar –, dijo mirándole a los ojos con el rostro serio –, no me gusta que la basura interfiera en mi camino, sabiendo que venía podías haber limpiado antes, si no querías tener bajas.

- Bueno, bueno que susceptible estás, debe ser por lo del…

- No tienes derecho a meterte en mi vida privada, sabes muy bien que no trabajaría para ti si no fuese por lo que me prometiste, así que anda con ojo, y ve al grano de una maldita vez, Leafer Karas – dijo el nombre como si lo estuviese mascando y escupiendo.

- Sí, ya sé que sólo quieres el libro perdido “Das alte Wissen, das Leben und der Tod”[4], el compendio reunido por los Numit donde se encuentran todos los secretos de la magia antigua de la que sólo unos pocos conocen solo la punta del iceberg. – Habló mientras bajaba la escalera y en su rostro se dibujaba una sonrisa, sabía que por mucho que le odiase no le haría nada hasta no tener como mínimo la certeza de que lo que tanto ansiaba estaba cerca, y él se encargaría de que por muy cerca que estuviese no se enterase nunca.

- Deja de hacerte el sabio, no va nada con tu forma de ser y de actuar –, Thyeor comenzaba a perder la paciencia, le pasaba siempre que estaba cerca de aquel individuo –, qué ha pasado para que mandes a uno de tus sabuesos a buscarme.

- Parece que al fin hay movimiento, el cordero no regresó al redil a la hora esperada y el viejo halcón supo deshacerse de la vigilancia, así que supongo que se han reunido y le habrá mostrado lo que supuestamente le corresponde por herencia, pero ambos sabemos que ese medicucho con aspiraciones a gran maestro es sólo una llave para darnos lo que nos corresponde a nosotros.

- ¿Y qué quieres que haga yo? No veo nada en lo que pueda intervenir, si es como me has dicho y él no sabe nada de magia no te hago falta para acabar con esa molestia.

- No es por él por quien te mandé llamar, sino por el viejo, al parecer nos ha sabido engañar a todos, es un gran maestro y puede usar a la perfección todo su poder, cómo crees que burló la vigilancia, y si le ha mostrado el lugar, allí puede aprender todo lo necesario, según tengo entendido hay un guardián…

- Quieres decir que en ese lugar hay un guardián del saber y la magia –, le interrumpió Thyeor un poco alterado –, si es así en poco tiempo estará al mismo nivel que cualquiera de nosotros incluso más, si ese cabrón es afín a más de un elemento…

- Tranquilo, no creo que desaparezca de la ciudadela así como así, por eso te he hecho venir, tú eres el único que puede detenerlo, y de paso si consigues averiguar donde está oculta esa biblioteca…

- Sí, el libro será mío, no te preocupes, le mataré en cuanto…

- ¡No! – gritó alterado – no le puedes matar, él es la clave para encontrar la corona…

- No acepto órdenes de nadie y menos de alguien como tú –, espetó, cogiéndole por la pechera y levantándolo del suelo unos centímetros, los ojos de Thyeor estaban inyectados en sangre su rostro estaba cambiando y un aura oscura empezaba a rodearle –, si se interpone en mi camino le mataré; a mi esa corona no me importa lo más mínimo –, dijo arrojándolo contra un mueble y girándose para salir.

- Pu… pues debería –, dijo incorporándose de nuevo sacudiendo sus ropas –, recuerda que si ese libro no está donde creemos, la corona puede conseguir hacer lo que tú desees –, un brillo apareció en sus ojos, sabía cual era el punto más vulnerable de aquel joven genio, con mayor arrogancia y firmeza en el tono de voz continuó –, ese objeto es más poderoso de lo que muchos piensan y unido a otros o incluso a la magia antigua… – hizo una pausa, sabía que se arriesgaba mucho al llamar la atención de Thyeor de esa forma pero le interesaba tenerlo de su parte – bueno no sé si captas el mensaje subliminal.

- Sigue sin interesarme, no soy ningún niño que se deja sobornar con un caramelo, no te interpongas en mis objetivos o puede que rompa nuestro trato y acabe con tu vida – palabras duras y firmes salieron de su boca, pero una cosa era falsa, si eso era cierto y no una simple treta para mantenerlo de su parte, ahora la corona le interesaba un poco más.

Thyeor salió del lugar cubriendo su rostro con la capucha de su gabardina, avanzó despacio hasta alcanzar el comienzo de aquel sendero por el que había llegado. Miró al frente y vio las murallas de Lennut, el sol ya estaba bastante elevado por lo que debía ser más de media mañana, iría a la ciudadela, buscaría un lugar donde comer algo y descansar, ya se dedicaría a buscar a su presa más tarde. Se giró en la dirección del poblado y desapareció.

 

Yrret había llegado a su casa casi de forma desapercibida, había utilizado un pequeño sendero que usaba siempre que salía al páramo, conducía a su casa y estaba alejado de las calles principales y de las zonas más concurridas, además el jardín que estaba en la parte trasera de su casa era el lugar perfecto para que un sendero llegase de forma desapercibida, claro que también ayudaba que su casa quedase en las afueras del centro principal.

La casa formaba parte de un grupo de casas que formaba una especie de anillo entre las murallas que protegían la ciudadela y el lugar donde empezaba el bullicio, las grandes calles comerciales, talleres, etc., este anillo estaba formado por casas de buen aspecto, unas mayores que otras, unas rodeadas de jardín y huerto, otras simplemente con una plaza o patio amplio al frente, era un zona prácticamente tranquila, y en la que Yrret vivía encantado. Era como lo llamaban algunos, casas de campo dentro de la protección de la muralla. Para él simplemente era un lugar al que se tenían que parecer más las ciudades y no a lo que en realidad eran.

Soltó la mochila, llena de hatillos de hierbas, en lo que era el pequeño laboratorio de su casa, una habitación de mediano tamaño y con todo lo necesario para realizar las mezclas con las que hacía los ungüentos, medicinas varias y algún que otro producto, luego se dirigió a la habitación principal y se despojó de sus ropas, cruzando completamente desnudo el pequeño pasillo que separaba aquella habitación y la contigua del baño.

Tenía un baño en la habitación pero no le gustaba usarlo cuando llegaba del páramo. Se bañó rápidamente y cuando salía fue el momento en el que se percató que no había nadie en la casa.

Un silencio total, cosa que no era muy normal ya que por lo general sus ayudantes/aprendices eran bastante ruidosos. Cubierto tan solo por la toalla recorrió la casa en su totalidad, salió al patio y jardín trasero y no vio a nadie, se asomó por la ventana para ver el patio delantero y estaba completamente vacío. Se extrañó ya que Egroj debería estar, nunca sale sin permiso y no eran sus días libres, se encaminó a la cocina y descubrió una nota, era de Egroj había ido al mercado acompañado por Aristo, pero y Six, dónde estaba metido, esto empezaba a no gustarle nada, no estaba con los otros, tampoco en la casa ni en el establo donde se encontraban las monturas. De pronto pasó por su mente el comentario de Aceo “incluso me arriesgaría a decir que uno de tus sirvientes es un espía”, sacudió la cabeza y dejó de darle vueltas, en ese instante decidió ir a dar una vuelta, le apetecía tomar algo.

Se vistió y salió de la casa tranquilamente a tan solo unos minutos de allí se encontraba la posada más concurrida del lugar, era la mejor de las que había, pero no solo por los lujos que tenía y por la comida y bebida que servía, las dos muchachas que la regentaban eran dos verdaderas bellezas. Dos hermosas hermanas, y él tenía que reconocer que la mayor le interesaba, nunca se había atrevido a decirle nada, ni siquiera a pedirle salir, se conformaba con ir al bar de la posada y sentarse a contemplarla mientras bebía una jarra de hidromiel.

Perdido en sus pensamientos no vio como en medio de la calle por la que iba se materializaba un hombre joven, quizás un par de años menor que él, pero sintió un fuerte poder que emanaba de algún lugar, por lo que alzó su rostro y su mirada se encontró con unos ojos rojos, fríos como el hielo.

Yrret no le dio mayor importancia al fin y al cabo a la ciudadela llegaban personas procedentes de varios lugares y a él no le importaba quienes fuesen o dejasen de ser. Pasó a su lado sin ni siquiera mirarle, pero al estar a su altura sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo por completo, incluso el anillo que llevaba desde que había estado en la biblioteca se iluminó un poco y sintió como el escudo protector formado por el colgante y el anillo se activaba. No pudo evitar mirar a aquella figura parada en medio de la calle y de nuevo las miradas se cruzaron, y en aquellos ojos de sangre se ocultaba algo que a Yrret le heló la sangre. Apresuró el paso y entró en la posada.

- Revia, una jarra de hidromiel y unos cuernos de demonio[5] –, dijo con voz temblorosa, el estado que le había producido aquel encuentro aún no se pasaba.

- Un momento Yrret, te lo llevo a la mesa de siempre ¿verdad? – La voz suave como la de un ángel pertenecía a una joven de unos 24 años, pelo largo en tirabuzones de un color rojizo con reflejos amarillentos, lo que daba la impresión de que su cabello estaba en llamas, los ojos violáceos eran grandes adornados por unas pestañas perfiladas y muy bien cuidadas que cada vez que te miraban parecían que te robaban el alma. Su rostro ligeramente ovalado con la tez blanquecina. Sus labios invitaban a ser saboreados, ya que eran como dos mitades de una fresa, rojos y carnosos. Si pasamos al cuerpo era de estatura mediana pero con unas curvas de infarto, unos senos redondeados y simétricos, las piernas firmes y torneadas.

Cada vez que se movía entre las mesas del bar o tras la barra, las miradas de los hombres que en él se encontraba seguían sus movimientos embelezados.

Yrret asintió contemplando la belleza de la muchacha, nunca se cansaba de admirarla y se encaminó a la mesa que normalmente ocupaba.

 

Thyeor se había quedado observando a aquel joven unos años mayor que él, la diferencia no sería mucha quizás tres o cuatro años, iba protegido por un buen amuleto escudo, así que ese debía ser el individuo que tenía que vigilar y si era necesario matar. Al verle una sensación extraña recorrió su cuerpo, tenía tanto poder oculto en su interior y sin saber usarlo, que le sorprendió que Leafer no se hubiese dado cuenta de eso ya, por un momento pasó por su cabeza que si las circunstancias fuesen otras incluso pudiesen ser aliados, pero ese leve pensamiento fue desechado inmediatamente.

Vio como entraba en aquel edificio, al observarlo detalladamente pudo ver el cartel en el que, en letras grabadas a fuego, se podía leer “Posada dos hermanas”, soltó una especie de bufido, sin quererlo aquel que el destino había marcado como su objetivo le había hecho sin pretenderlo un favor, ya que le había indicado donde encontrar lo que estaba buscando sin tener que preguntar.

Se giró, se despojó de la capucha y se encaminó a la posada.

Entró observando detenidamente todo a su alrededor, las miradas de todos los allí presentes se clavaron en él, Yrret se estremeció de nuevo pero intentó ocultar su rostro tras la jarra que Revia le acababa de dejar en la mesa. La joven se acercó a Thyeor con una gran sonrisa en su rostro.

- ¿Le puedo ayudar en algo? – preguntó amablemente sin borrar la sonrisa de su rostro.

- Si, busco una habitación donde poder alojarme por unos días –, dijo con tono seco, casi cortante mientras sus ojos pasaban de mirar a la chica y buscaban a Yrret por el local.

- Bien, nos quedan un par de habitaciones libres, si desea verlas me acompaña…

- No es necesario –, la interrumpió, acababa de encontrar a Yrret sentado en una mesa casi al fondo del local junto al ventanal –, me quedo con una, ahora me vendría bien un poco de sangre de Serail[6].

Dejó a la muchacha con la palabra en la boca y se dirigió a la mesa en la que estaba Yrret, por otro lado la única en la que solo había una persona.

- Te importa, no veo…

- N…no, no me importa, adelante siéntate –, el tono de Yrret era inseguro incluso de miedo, intentó tranquilizarse y llenándose de valor le miro a la cara, era un joven un poco menor que él, pero aquellos ojos rojos imponían miedo y respeto –, ¿estás de paso? – preguntó en un intento de mantener una conversación.

- Sí, podría decirse que estoy de paso –, en tono seco y serio dando a entender que no deseaba conversación, en ese instante llegaba Revia con una jarra de sangre de Serail y otro platillo de cuernos de demonio –, gracias.

- A sus órdenes, si desean algo más sólo han de llamarme – casi canturreó ella, con su hermosa sonrisa siempre en el rostro.

De nuevo el silencio, ambos se observaban de forma disimulada como midiéndose el uno al otro, intentando descubrir qué, quién, todo lo que se pueda saber solo con mirar, el ambiente en aquella mesa era tenso y un aura fría y oscura les envolvía.

Así pasaba el primer encuentro entre… luz y oscuridad… entre las fuerzas del eclipse y las de la magia antigua… entre dos hombres que quizás en otras circunstancias fuesen buenos amigos pero que por caprichos del destino están enfrentados, aunque todavía es pronto para saber como acabará su relación, ya que el destino es el destino pero los seres tienen la habilidad de cambiarlo o por lo menos de intentarlo…  



[1] “Yo soy el caminante, necesito el camino más rápido, ¡Activación!”
[2] “A Lennut”
[3]  “Soy el que camina entre las tinieblas, el que vive entre dos mundos, Halito Corvus, ¡Destruye!”
[4] “El saber antiguo, la vida y la muerte”
[5] frutos secos con forma de cuerno, muy apreciados en este mundo ya que sirven de aperitivo son muy nutritivos y salobres.
[6] bebida elaborada con las semillas de los árboles de cristal, así llamados por el sonido que hacen sus hojas y semillas al ser mecidas por el viento, que se parece con el de cristales al romperse, sus semillas una vez molidas y puestas a fermentar producen una bebida roja como la sangre, en principio es suave pero hay variedades mucho más fuertes al ser mezcladas con otros productos, capaces de emborrachar tan solo con una jarra; lleva el nombre del que la produjo por primera vez.