sábado, 19 de septiembre de 2015


Los hijos del eclipse se conocen…

 

Yrret no había podido dormir muy bien en toda la noche, había estado inquieto, nervioso…, todo se comenzaba a complicar, le gustaría que su padre estuviese allí, para guiarle en el momento de descubrir su verdadero poder; que su madre se encontrase para reprocharle el que fuese a seguir los pasos de su padre, y tantas otras cosas que su cabeza era un volcán en erupción.

Sus pensamientos habían estado divagando, recordando lo que había descubierto en el páramo, lo que minutos antes de acostarse le revelaba su aprendiz. Tanto tiempo viviendo con el enemigo en casa.

Bueno, Six parecía realmente arrepentido, eso se iría viendo con el paso del tiempo.

Por si no fuera poco todo esto, había otra cosa que le había mantenido intranquilo y pensativo, y esa era el rostro de aquel joven que había encontrado en la posada; no sabía por qué, pero algo le decía que de forma inexorable estaban unidos, sus destinos se habían cruzado en aquel momento, pero en el futuro lo volverían a hacer, sólo faltaba descubrir si ese nuevo encuentro sería para dar inicio a una amistad o a la rivalidad encarnizada y al odio más puro y fuerte.

Las luces del alba comenzaban a iluminar el cielo, el momento de su marcha a descubrir lo que le deparaba el plano de la guardiana se acercaba poco a poco, también tenía que tener en cuenta que ese momento podía significar su muerte, si algo salía mal.

No pudo soportar estar más tiempo en la cama, así que se vistió con lo primero que quitó del ropero y se encaminó a la habitación de Six. Este estaba despierto, acostado mirando el techo de la habitación, las lágrimas recorrían su rostro. Al ver a Yrret se incorporó lentamente, quedándose sentado sobre el lecho, con las manos apoyadas a los lados de su cuerpo.

- Maestro, siento las molestias causadas, me marchare cuando usted lo disponga… – tomó aire y poco a poco levantó su mirada para fijarla en el rostro de Yrret.

- ¿Se puede saber qué te pasa? – preguntó, acercándose a la cama y sentándose a los pies de la misma, mirando a su aprendiz –, nunca me has llamado maestro ni me has tratado de usted, y creo recordar que te dije que no pensaba hacerte nada, ya tienes bastante con lo que te ha hecho tu hermano, como para que yo vaya a tomar medidas contra ti, creo en tu palabra y me has prometido no volver a traicionar mi confianza.

- Yrret – dijo en un susurro –, de verdad que…

- Claro, los otros no saben nada, y no tienen porque saberlo, así que quédate aquí, sólo quiero saber qué fue lo que pasó para que llegases en el estado tan deplorable en el que estabas.

- Bueno… – cerró los ojos por un instante y respiró profundamente –, parece ser que liberé demasiado poder de golpe, y al ser la primera vez que hacía algo así, mi cuerpo no lo resistió, pude salir  y andar unos cuantos metros y caí inconsciente, no sé por cuánto tiempo, pero cuando desperté y me incorporé el cuerpo me dolía y apenas si me respondía, así que al intentar regresar caía a cada poco…

- Bien, si solo fue eso creo que con lo que hice anoche no deberías tener problemas, de todos modos tómate ese frasco que hay sobre la mesita, es un revitalizante, y luego a desayunar fuerte, es muy importante que comas bien, un cuerpo débil no puede hacer uso adecuado de la magia, sea del tipo que sea.

Six tomó el frasco y lo bebió de un par de tragos, en su rostro se reflejó la sorpresa ya que el líquido era dulce. Se levantó de la cama dejando ver su cuerpo desnudo, a sus 23 años tenía un cuerpo bien cuidado, algo trabajado, marcando casi la totalidad de sus músculos. En su espalda se podían apreciar algunas cicatrices, heridas que no habían sido tratadas por medios mágicos, lo más probable es que cubriesen las heridas con aluna cataplasma y un vendaje compresivo y poco más; Yrret admiraba aquel cuerpo y al ver aquellas marcas frunció el ceño, es que en algún momento de su vida había sido maltratado.

- Six, perdona que me meta, quizás en lo que no me importa, pero esas marcas en tu espalda…

- No, tranquilo, no pasa nada, un recuerdo de la primera pelea seria con mi hermano…– inclinó la cabeza y pasó su mano por una de aquellas marcas –, se supone que debía enfrentarme a él, que era un entrenamiento para ambos… la verdad no sé que le pasó, solo sé que de pronto él estaba como poseído por un demonio… me miraba con un odio incalculable y unas afiladas garras me estaban destrozando… si no es nuestra madre… ahora estaría…

- Muerto… –Yrret finalizó la frase, con un poco de ira en su voz –, y vuestro padre no hizo absolutamente nada.

- Ese, era peor que un demonio, descubrir que su hijo mayor no era afín con ningún elemento, aunque era muy bueno en magia, no le sentó nada bien, luego, saber que yo, nulo en la magia o en cualquier cosa que tenga que ver con ella, era poseedor del elemento viento, fue aún peor, si hubiese muerto en aquel instante ni siquiera hubiese llorado. Que conste que nunca nos maltrató físicamente pero psicológicamente… bueno dejemos eso, no puedo quejarme por lo menos aún estoy vivo y en cierto modo era un buen padre, nunca nos faltó de nada…

- Salvo el amor. – Interrumpió Yrret que cerraba fuertemente sus puños, el instinto de hermano mayor cada vez se hacía más afín con aquel joven, algo le decía que le protegiese, que formaba parte de su futuro de forma inevitable. – No te preocupes encontraremos la forma de que esa torpeza tuya se convierta en tu verdadero aliado – dijo, algo acababa de pasársele por su cabeza, una sonrisa se dibujó en su rostro, la que el muchacho más bien intuyó, ya que la penumbra aún dominaba en la habitación, aunque el resplandor de la luz del día comenzaba a dejarse ver por las contraventanas cerradas.    

Una vez Six se hubo puesto un pantalón, ambos salieron en dirección a la cocina. Aristo estaba abriendo las contraventanas, dejando que la luz de la mañana entrase en la casa iluminándolo todo. Egroj estaba en la cocina haciendo los preparativos para el desayuno.

- Six veo que ya te sientes un poco mejor, y no podías salir completamente vestido, siempre tienes que estar restregándonos el hecho de que tienes un cuerpo mejor formado que nosotros –, dijo Egr mirando el torso desnudo de su compañero, él siempre se quejaba cada vez que coincidían ligeros de ropa, ya que su cuerpo en comparación con el de Six era un desastre, pálido casi de un blanco níveo, estaba casi en los huesos, por mucho que comiese no había forma de engordar y por mucho entrenamiento o ejercicio que hiciese sus músculos no querían marcarse.

- Vaya, aún con esas niñerías, cada uno tiene el cuerpo que le ha tocado, ya quisiera yo ser tan bueno dominando las artes curativas y culinarias como haces tú –, dijo Six intentando quitar hierro al asunto, al girarse un poco pudo ver a Aris que hacía poses con sus brazos sacando músculos, y se llevaba las manos al pecho como buscando sus abdominales –, Aris deja de buscar lo que no tienes, solo encontrarás grasa.

- Vamos no es para tanto, no estoy tan gordo, además esto es señal de buena salud –, dijo mientras se levantaba la camisa y le enseñaba la barriga que amenazaba con ser muy prominente con el paso del tiempo.

- Bueno dejar ya el tema, que no estamos en una competición a ver quien es más hermoso o es mejor partido para las zagalas de la comarca –, dijo Yrret no pudiendo evitar la risa, al ver el rostro de sus aprendices que le miraban un poco irritados.

Sentados en la mesa tomaban el desayuno tranquilamente, como de costumbre, como si no hubiese pasado nada el día anterior. Yrret aunque no lo aparentaba estaba ansioso porque llegase la muchacha, por un lado deseaba comenzar cuanto antes con su aprendizaje, por otro ardía en deseos de conocer a la que compartía su maldición, como pensaban muchos.

La mañana pasaba lentamente, por lo menos eso era lo que le parecía al hijo del eclipse, los nervios estaban a flor de piel y cualquier sonido en la calle le hacía estar pendiente de la puerta.

Dos veces habían tocado, las dos veces había sido algún lugareño que buscaba un remedio para su dolencia. Era media mañana y aún no llegaba, estaría equivocado, habría leído mal aquella nota, la leyó de nuevo, pero no había nada que indicase una hora o siquiera un momento del día; quizás se habría equivocado ella de casa, no dejaba de darle vueltas estaba comenzando a dejar ver su nerviosismo. Tanto que Six se lo comentó, ya que no paraba de ir del despacho a la sala y de esta al secadero de plantas.

- Maestro si sigues así vas a abrir una zanja en el suelo, de tanto ir y venir, te pasa algo.

- No, nada en especial – Dijo mostrando su nerviosismo.

De nuevo se metió en la habitación en la que recibía a sus pacientes y le servia de consulta y despacho, se sentó y empezó a ojear un pequeño libro sobre plantas, intentando olvidarse de todo.

Apenas habían pasado veinte minutos, quizá un poco más cuando se escucharon los pasos apresurados de alguien en el camino que comunicaba la casa con la calle, un camino recubierto de gravilla y que estaba delimitado por parterres, en los que se encontraban plantas como espliego, romero, lavanda, eneldo y otras, todas ellas dando a entender a aquel que se acercase que lo estaba haciendo a la casa de un médico naturista.    

Tres golpes se pudieron escuchar en la puerta, segundos más tarde de nuevo un trío de golpes sonó. La voz de Six se escuchó.

- Ya va, ya va, un momento, por favor. – Al abrir la puerta Six se quedó prendado de unos ojos verdes, un verde agua poco común y aún más si el cabello era de color plata, el conjunto unido al rostro era de una hermosura que dejó al muchacho boquiabierto, tanto que no supo que decir.

- Se encuentra Yrret de Blanshaph vengo del condado de Drache, es imprescindible su presencia, una… – dejó de hablar, su voz cansada, ya que había hecho el trayecto que separaba ambas casas corriendo, para que al llegar pareciese que en realidad venía del lugar que decía, pero la forma en que aquel joven la estaba mirando la ponía incómoda –, oye, ¿me estás escuchando?

- Ah… esto…claro ¿qué desea?

- Será imbécil… dioses dadme paciencia…  He dicho que si se encuentra Yrret de Blanshaph.

- S…si claro, Maestro, Maestro aquí le busca una verdadera diosa de la belleza – gritó mirando al interior de la casa con la puerta en la mano, mientras un pequeño hilo de saliva se escapaba de su boca. Aetna no pudo evitar hacer una mueca de descontento, encima de baboso, gritón, si es que lo tenía claro nunca se casaría.

- Hazla pasar a mi despacho, y Six deja de babear, eso no es de caballeros, tienes que aprender a controlarte ante las damas – dijo sin ni siquiera mostrarse, no había visto el rostro de Six pero se lo podía imaginar perfectamente, siempre le pasaba lo mismo cada vez que veía a una chica o una mujer hermosa, o simplemente linda, se quedaba embelezado y esa actitud no era precisamente la que le abriría las puertas del amor. Ella por otro lado no esperaba esa reacción de parte de un hombre de su misma edad, hubiese sido otro y se hubiese abalanzado a la puerta para comprobar que era cierto lo que se le acababa de comunicar, bueno puede que sus defectos estén en otro lugar, pensó mientras una mueca a modo de sonrisa se dibujaba en su rostro –, dile a Aris que traiga algo de beber a la señorita, puede que venga cansada, por lo menos su voz así lo parece.

- S…si, si maestro como digáis –, se giró para abrir la puerta por completo y dejar pasar a la “diosa”, cerrando tras ella –, por aquí por favor – le indicó llevándola hasta el lugar en el que Yrret, nervioso, esperaba el encuentro.

 

Thyeor había dormido poco, los recuerdos de su amada le habían despertado varias veces durante la noche, finalmente decidió dejar de pensar en ella por unos instantes, sólo para sustituirla por aquel que podía ser la llave que abriese el secreto que le devolviese a su Anastasia.

Aquel que al parecer aún no sabía el poder que encerraba en su interior, una verdadera lástima, le gustaría enfrentarse a él en un combate abierto, a ver quien era más hábil, más fuerte.

De pronto una sensación de ahogo se apoderó de su cuerpo, intentaba moverse pero le era imposible, se ahogaba, no podía respirar, sus ojos se ponían en blanco y entonces… una imagen, una imagen nítida, como si estuviese en el lugar en la que sucedía aquella acción, pasó por su mente, una luna roja como la sangre se tapaba poco a poco, en una habitación una mujer daba a luz, era un niño; la imagen cambiaba a otra, solo cambiaban los personajes que allí se encontraban, era la misma situación que la anterior, pero en esta era una niña la que nacía.

De nuevo la imagen cambiaba para presentar a dos bebes uno varón, otro hembra ambos envueltos por un halo rojizo, ambos compartiendo el signo del eclipse dibujado en la planta de su pie derecho. Nuevamente la imagen cambiaba, ahora la pareja eran adultos, un rostro identificado pero el femenino aparecía oculto, ambos se tocaban uniendo sus manos, poco a poco ambos se convertían en uno solo, el rostro sin definir, el cuerpo no mostraba ni atributos masculinos ni femeninos, pero un poder inmenso superior al del propio Thyeor  era desprendido por aquella unión.

La imagen de nuevo se transformaba en otra, esta vez ambos sujetaban entre sus manos un objeto plateado, un objeto que desprendía un poder increíble, en ambos rostros una sonrisa de victoria, la escena iba bajando poco a poco hasta mostrar el suelo, a los pies de la pareja un cadáver irreconocible solo una Katana doble y negra como la noche se encontraba al lado del cuerpo inerte.

Una sensación de desesperación, miedo e impotencia recorría el cuerpo inmóvil de Thyeor, al reconocer aquella katana como la suya, no podía ser cierto que aquel cuerpo deforme que yacía a los pies de aquellos conocidos como los hijos del eclipse fuera él.

Intentó incorporarse, moverse aunque solo fuese unos milímetros, pero era imposible. De nuevo las imágenes cambiaban, ahora en una habitación de aspecto pobre y humilde una mujer solitaria pasaba los dolores del parto, finalmente un hermoso bebé nacía, la mujer derramaba lágrimas de alegría y de pena al ver como un hombre vestido con una túnica negra se encargaba de arrebatarle al niño de sus brazos.

Una nueva escena, esta vez se reconocía como el muchacho que había sido hacía varios años, cuando conoció a Anastasia, cuando la vio por primera vez en el mercado de aquella ciudad en la que se encontraba estudiando esgrima. En el siguiente cambio, se representaba el momento de la muerte de su amada, el siguiente aquel en el que había logrado el poder que ahora posee, aquel doloroso momento en el que se despertó en su interior el dominio de la magia ancestral todo ocurrido solo unos meses después de la muerte de la muchacha que quería que compartiese con él la gloria y el poder.

La siguiente escena, fue una pelea encarnizada con Yrret en la que salía victorioso por poco, pero en la que no se veía que su adversario muriese; la siguiente de nuevo aquella escena en la que un cadáver estaba a los pies de la pareja del eclipse.

Nuevamente el cuerpo de Thyeor intentaba moverse pero era imposible, estaba como petrificado, que demonios era lo que le pasaba, solo pudo lanzar un aterrador grito de desesperación. Su respiración entrecortada y cansada, boqueaba buscando el aire, era tanto el esfuerzo que hacía para intentar moverse, que estaba agotado.

Un golpe en la puerta, unos segundos más tarde de nuevo y esta vez una suave voz femenina se deja escuchar.  

- ¿Se encuentra bien señor? ¿Puedo ayudarle en algo? – como respuesta el silencio – ¿señor?

- Váyase – fue todo lo que se escuchó.

Thyeor se encontraba ahora sentado en la cama, finalmente podía mover su cuerpo a voluntad, sus pies en el frío suelo. El cuerpo desnudo cubierto de sudor por el esfuerzo realizado en aquella especie de trance, aún no entendía que había sucedido ni a que venían aquellas imágenes. Se acercó a la ventana y la abrió dejando entrar el aire frío de la mañana. La luz del sol comenzaba a iluminar todo.

Se tendió de nuevo en la cama observando el techo. El aire que entraba refrescaba la estancia y hacia que el vello de su cuerpo se erizase. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, esa sensación le hizo recordar lo que sentía cada vez que la besaba, era como un hormigueo que recorría todo su cuerpo cada vez que sus labios se unían. Suspiró.

De nuevo regresó a la cruda realidad ella ya no estaba, ya no volvería a recorrer su cuerpo con sus labios, ni a sentir las delicadas manos de ella recorriendo el suyo o tomando delicadamente su miembro.

Ahora su misión era encontrar aquello con lo que arrebatársela a la muerte y traerla de nuevo a su lado, para volver a sentir todo aquello que ahora echaba de menos. Pero aquella visión o lo que quiera que hubiese sido le dejó muy intranquilo. De nuevo suspiró y cerró los ojos, dejándose llevar por la agradable sensación que le producía el aire de la mañana en su cuerpo.

- No luches, no malgastes tu vida en luchas inútiles o terminarás… sólo pide lo que necesitas…, pide ayuda a los hijos… a los hijos del eclipse y volveremos a estar juntos…

Aquella voz entró con el viento, y se dejó escuchar. Él se levantó como un resorte, no podía ser, ella estaba… estaba… no, no podía ser cierto había sido su imaginación. Miró a su alrededor y estaba completamente solo, se acercó de nuevo a la ventana y miró el exterior, ni un alma se veía en aquel patio, aunque el bullicio de la calle comenzaba a dejarse oír. Sacudió su cabeza, estaba teniendo alucinaciones auditivas…, no, no podía ser cierto, él tan serio y firme en su forma de vivir, cruel y despiadado cuando era necesario, no podía estar perdiendo la cordura después de haber encontrado la llave que de seguro abriría y le pondría en bandeja de plata lo que necesitaba. Se abofeteó para comprobar que realmente estaba despierto y que todo no había sido un sueño, y el dolor y la quemazón en su rostro le indicaron que estaba completamente lúcido.

- No luches, no contra el poder del eclipse… aléjate del camino que sigues, vuelve a ser el que eras cuando te conocí, alíate… únete a él.

- Jamás, jamás, ya es tarde, si hubiese sido antes… – musitó en un susurro.

- Nunca es tarde si tu corazón lo desea…

- Lo siento, sólo deseo una cosa y es volver a tenerte junto a mí… a como de lugar…

- Pues entonces… me temo que…

- No – la interrumpió – lo haré, te recuperaré, nada ni nadie me lo va a impedir.

- Sólo piensa que hay más posibilidades…, yo te esperaré… pero no podrás llegar a mí sin ayuda…

Una ráfaga de aire entró en la habitación haciendo que se cerrase la ventana. Él sintió el roce de una delicada mano en su rostro, aunque no vio a nadie, estaba completamente solo, pero aquello que sintió en su rostro no fue el viento, fue algo más. Al mismo tiempo una silueta femenina se desvanecía a sus espaldas, sin que él llegase a verla.  La dulce voz que se había escuchado no volvió a oírse, el rostro de Thyeor reflejaba tristeza, algo había sucedido para que aquello pasase, pero no estaba seguro de que era, las lágrimas volvieron a sus ojos como aquella vez, aquella vez que tuvo que dejar a la que tanto admiraba y amaba, encerrada en una esfera, a la espera de que encontrase aquel objeto que la devolvería a él.

- Es demasiado tarde para cambiar, ya no hay vuelta a tras – dijo en voz baja mientras se vestía y se preparaba para salir a comer algo y luego buscar el poder mágico que desprendía aquel que era su objetivo y quizás su futuro verdugo, aliarse con él, no, no podía ser, era tarde, demasiado tarde, o tal vez no…

 

Yrret estaba de espaldas a la puerta colocando un libro en un estante, ni siquiera se giró para verla entrar en la estancia.

- En que puedo ayudarla señorita – dijo tranquilamente aunque por dentro temblaba como las hojas mecidas por le viento.

- Doctor, bueno creo que he de llamarle así, sus servicios son requeridos en Drache, una extraña enfermedad está causando estragos entre la población, el señor del lugar ha oído hablar de vos y desea pediros…

- Vale, vale, tome asiento señorita, vayamos por partes, deja de tratarme de usted no soy tan mayor como para eso, incluso me atrevería a decir que tenemos la misma edad –, la sonrisa en su rostro no se borraba, hasta que finalmente se giró y la vio allí, de pie junto a la mesa que hacía de escritorio. El pelo plateado suelto, aquellos ojos de un verde inusual, su rostro tan sensual y delicado, aquellos labios carnosos y provocativos, un cuerpo de verdadera diosa enfundado en una blusa de seda azul y una falda blanca que dejaba ver unas hermosas piernas. – Vaya, pues si que parece una diosa de la belleza, no es muy normal ver una joven tan hermosa en esta habitación, soy Yrret encantado señorita –, dijo tendiendo su mano hacia ella.

- Aetna – dijo estrechando la mano con firmeza, pero antes de poder soltarla, vio sorprendida como él la acercaba a sus labios y la besaba, jamás le habían hecho algo parecido, era halagador y cursi a la vez –, bueno como decía se necesita un entendido en medicina, aquí le dejo la nota que el señor del lugar envía.

Ambos se sentían atraídos, era como si fuesen dos imanes que se quieren unir de inmediato. Al tocarse sus cuerpos habían sentido una especie de descarga, y aunque no lo notasen sus cuerpos estaban rodeados por un halo rojizo que reverberaba al unísono como si solo fuese uno.

Mientras él leía la nota que le había dado, en la que sencillamente se decía: Espero no aproveches para hacerle algo a mi hija jejejeje, prepara algo para salir y acompáñala. Aris entraba con unos vasos y una botella de agua, dejando todo sobre la mesa, sirviendo un vaso y dándoselo a la joven para retirarse haciendo un leve gesto con la cabeza.

- Bien, cogeré algo que necesito y partiremos cuanto antes, por cierto hay un pequeño cambio en los planes – dijo mirándola fijamente –, alguien nos va a acompañar.

- Estás seguro, sabes que el lugar es…

- Lo sé, lo sé, pero algo me dice que le voy a necesitar – la interrumpió.

- Bien como quieras, esto no me lo dijo mi padre, y no te hagas muchas ilusiones no voy a acompañaros, y de paso puedes ir olvidándote de…

- De la boda, no te preocupes no voy a obligarte a unirte a mi si no quieres, pero acompañarnos claro que lo harás, y eso no tiene discusión posible.

- Ni mi padre me da órdenes, como para que lo hagas tú que ni siquiera te conozco, yo hago suficiente con hacer el papel de recadera y punto.

- Vaya mi otra mitad tiene un genio de cuidado.

- Tu otra mitad, que yo sepa estoy completa y a ti a simple vista no te falta nada –, dijo mirándole de arriba a bajo ruborizándose un poco, era la primera vez que miraba de esa forma a un hombre, mirando cada detalle –, a no ser que lo que te falte…

- Mira no entremos en lo personal, ni falta ni deja de faltar, pero se supone que los nacidos en… ya sabes a cuando me refiero, son complementarios, creo que eso lo sabes y si voy a despertar lo que he de despertar creo que tendrás que estar presente.

- Eso ni lo sueñes, se lo he dejado muy claro al viejo, no voy a entrar en ordenes ni a seguir sus pasos, y menos a ayudar a un engreído y prepotente como tu.

- Engreído y prepotente, mira quien fue a hablar, la niña de mamá, la consentida que no ha perdido nada en toda su vida –, Yrret se acercaba a ella con el rostro un poco enrojecido por la rabia, como era posible que alguien tan bello pudiese ser tan cargante, él esperaba un encuentro más pacífico.

- Que no he perdido nada, que sabrás tú –, su rostro se enrojecía, la rabia estaba a flor de piel –, toda mi infancia sintiendo el desprecio y las burlas de los demás por ser la maldita, la hija del eclipse, y ahora de mayor sólo los impresentables, los sobones y babosos son los que depositan su mirada en mí para… bueno ya sabes lo que todos quieren de mi cuando me ven.

- Demonios, quieres dejar de decir estupideces, que tiene que ver tu hermoso cuerpo con lo de la magia o lo de estar cerca de mí cuando consiga despertar, descubrir mi verdadero poder, lo dices tan fríamente por el simple echo de que tu ya lo posees, lo usas como si nada…

- Si, lo uso y qué – en su mano derecha una bola de fuego comenzaba a tomar forma –, quieres comprobarlo, que quede claro que nunca seguiré el juego que otra persone me imponga.

- Eso lo veremos, no olvides que somos tal para cual, si tu eres terca yo también y nunca me he rendido fácilmente cuando me propongo algo.

- No digas sandeces, a mi nadie me impone su voluntad, por mi te puedes quedar como estás y si despiertas lo que no debes y destruyes el mundo, pues mira casi que no me importaría.

- Ya veremos quien gana esta batalla, la guerra está decidida a mi favor desde el mismo momento en que nacimos.

- Pero será prepotente, y que te hace pensar qué eso es así – el rostro era un ascua incandescente.

- Esto – y acercándose todavía más, la tomó por la cintura y le dio un beso. En ese instante, en el que ambos estaban tan unidos que casi eran uno solo, ya que él la apretó contra su cuerpo lo más que pudo, una corriente de aire se formo a su alrededor, ambos comenzaron a brillar con un resplandor rojizo que iluminó por completo la estancia, era una luz mucho más brillante que la luz del día, por sus mentes pasaron en milésimas de segundos miles de imágenes de lugares distantes y desconocidos y otros muy conocidos pero todos con una nitidez como si estuviesen allí, aquello era una ínfima parte del poder que podían usar juntos –, lo has sentido ¿verdad?, has sentido el poder que desprendemos al estar juntos…

- Serás hijo del averno, como te atreves… – y levantando su mano intenta darle un golpe en la cara, pero él intuyendo la reacción de ella le para la mano sin gran dificultad.

- La próxima vez que te robe un beso entonces dejaré que me golpes donde quieras, ahora lo siento pero debemos partir. – Dijo frío y serio.

- Serás hijo… hijo del… – deja  la frase sin terminar mientras lleva su mano a sus labios, aún siente en ellos el tacto ardiente de los de él, así que así es como sabe un beso, piensa mientras avanza unos pasos pero se detiene al ver como él sonríe.

- No me dirás que es tu primer beso y que encima te lo he dado… jajajaja no puedo creerlo… – la verdad es que ha sido corto pero intenso, espero que si hay una próxima vez sea mejor para los dos, no me gusta dejar mala impresión en las mujeres, pensó.

- Ya cállate, y prepara lo que tengas que preparar, estoy deseando perderte de vista, así que cuanto antes salgamos y te deje en tu destino antes dejaré de verte la cara… – que por cierto no está nada mal, una verdadera lástima que tenga ese carácter y que sea quien es, si fuese otro con ese cuerpo, ¡uf! no sé si podría contenerme, pensó mientras le hacía una mueca a Yrret.     

 

- Six prepárate tenemos que salir, coge algo para un viaje de unos días, rápido, venga deja de pensar en los musívaros ([7]) y date prisa necesitaré a alguien que me ayude. Aris, Egr vosotros os encargareis de atender esto mientras esté fuera, creo que estáis lo suficientemente preparados como para atender a las personas que se acercan por aquí normalmente.

Todos le miraron un poco sorprendidos, por un lado habían escuchado el tono alterado de la conversación entre aquella joven y su maestro, incluso habían visto salir de la habitación un resplandor extraño, pero como buenos aprendices ya sabían que no debían fisgar en nada de lo que pasase en aquella habitación, a no ser que fuesen llamados a ella; pero lo más sorprendente era que hubiese decidido llevar como acompañante a Six, con lo torpe que solía ser en vez de ayudar más bien entorpecería la labor, pero él sabría que hacía.

Six tragó saliva, sacudió su cabeza como intentando fijar sus pensamientos, pero pensar que haría un trayecto en compañía de aquella belleza, le dejaba sin sentido. Escuchar la voz de Yrret gritándole que se apresurase le hizo volver a la realidad finalmente. Ambos se alejaron en dirección a las habitaciones. Una vez lejos de los oídos de sus compañeros Yrret se acercó al joven aprendiz.

- Six, te voy a decir algo que debe quedar entre los dos –, dijo en tono serio con una fría mirada –, te aseguro que como alguien más se entere puedes olvidarte de seguir viviendo, yo mismo me encargaré de acabar con tu vida, ya no tendrías que temer a tu hermano, pensándolo bien ahora tendrás que temernos a ambos. – Hizo una pausa esperando una respuesta del joven.

- Yrret, pensé que no me ibas a hacer nada por lo de haberte espiado y ahora me dices eso…

- Tranquilo, sólo quiero dejar claro que no permitiré de nuevo la traición –, el tono era más relajado –, quiero que me acompañes, voy a un lugar que hasta hace poco ni siquiera conocía, pero en el se encierra la única forma de despertar todo mi poder oculto, de aprender las artes mágicas en poco tiempo, si es posible quiero que tú entres conmigo, no sé porque pero tengo la sensación de que nuestros destinos están entrelazados de una forma indescriptible; creo que allí podrás obtener el control que nunca has podido conseguir –, tomó aire y sonrió mirando al chico a los ojos –, que dices ¿estás de acuerdo? 

- Bueno por intentarlo no creo que pase nada – dijo aliviado y a la vez con un nudo en la garganta, a que se iba a enfrentar, sería esto algo que ayudaría a poder utilizar la magia como era debido, suspiró pensativo mientras colocaba varias cosas en una mochila de viaje.

- Bien te espero fuera.

Varios minutos más tarde los tres salían de la casa y se dirigían en dirección a Drache, muy bien pensado por parte de Aceo elegir esa zona, ya que para dirigirse a ella había que tomar el camino que bordea parte del páramo, así nadie sospecharía otra cosa, a parte, como se enteraría poco después, era cierto que en Drache había una extraña dolencia, al final tendría que ir de verdad al lugar.

 

Ahora solo faltaba ver cual era la reacción de Aceo al ver que Six estaba con ellos, y si Anelea permitía que ambos entrasen en su plano dimensional.  

 

A varios kilómetros de Lennut, en las agrestes cimas de la Cordillera del Olvido, en una cueva oscura, una anciana sentada en la postura del loto abría los ojos al máximo. Su cuerpo enjuto estaba cubierto por prendas confeccionadas con la piel de un oso alvino, en su cuello un colgante con una piedra en forma de luna creciente, en su cabeza una tiara de plata mantenía su blanca cabellera recogida. Una sonrisa se dibujó en su arrugado rostro.

- Al fin se han encontrado los hijos del eclipse, el engranaje que descubra los secretos perdidos de los Numit acaba de ponerse en marcha. He de estar alerta por si mis servicios son requeridos. El doble poder del viento se unirá al del fuego y el agua, para finalmente regenerar a aquel que es consumido por la maldad de la antigua magia, sólo de esa forma el poder perdido será encontrado y controlado. El elemento tierra debe aparecer en el momento adecuado para hacer de elemento del equilibrio, en aquellos momentos en los que la furia del viento y el agua estén desatados y fuera de control. Solo con los cuatro elementos en armonía aquel que ahora viaja por la senda oscura podrá ser capaz de encontrar aquello que busca para realizar lo que su corazón anhela. Si alguno de los elementos de este caprichoso juego no encaja o aparece otro nuevo, surgirá aquel que destruya el mundo con la ayuda de la corona, borrando de la memoria de la historia la existencia de todo vestigio de magia en él. Naciendo así un mundo completamente diferente…



[7] Musívaros, son una especie de ratoncitos con alas, son muy escurridizos e inofensivos ya que son insectívoros, aunque no desprecian la fruta madura. En las noches de luna llena, en época de apareamiento, se forman grandes conglomeraciones de estos pequeños animalitos, por otro lado fieles de por vida, haciendo su cortejo. En muchas zonas cercanas a poblados o aldeas los lugareños salen a contemplar el espectáculo e incluso hacen que las fiestas del lugar coincidan con este momento.

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