lunes, 10 de agosto de 2015


Primer encuentro

 

Yrret caminaba pensativo tras Aceo, intentando poner todo en orden en su mente, era mucha información, nuevas sensaciones, recuerdos y dolores que pensaba ya habían sido superados, nuevas responsabilidades, reunir a personas que jamás había conocido o si les había visto ni les recordaba, todo nuevo, y se sentía superado. Su cabeza hervía, no sabía si podría asumirlo todo. Sacudió la cabeza para intentar centrarse, empezaría por pensar en lo más inmediato y luego ya se vería como iría actuando.

Cinco días, sólo cinco serían necesarios. Si iba con Anelea tardaría en aprender todo lo imprescindible cinco días, años de conocimiento en tan poco tiempo, era algo increíble y muy tentador, lo que ansiaba, no, lo que deseaba desde que podía recordar, siempre había soñado con ser como su padre; las pocas veces que le vio usar magia le dejaron boquiabierto y deseando que éste le empezase a enseñar, pero eso no fue posible.

Dominaba la magia curativa como nadie en la comarca, incluso acudían de las comarcas colindantes a buscarle por su reputación, si adquiría los conocimientos para igualarse a su padre…, de pronto una imagen de destrucción se pasó durante un segundo por su cabeza, tener tanto poder sería bueno realmente para él, no lo sabía, pero nunca podría saberlo si no lo intentaba.

Tenía que calmarse y pensar fríamente. Ahora lo más importante eran esos cinco días. Cómo se las iba a arreglar para desaparecer de la ciudadela ese tiempo, sin que se levantasen sospechas, sin que sus ayudantes descubrieran el secreto. Sacudió la cabeza, contrariado; estaba muy negativo, nunca lo había estado tanto. Para añadir más peso sobre sus hombros estaban las peticiones de su padre y eso era mucha responsabilidad, aunque ese peso podría ser compartido con el resto de miembros de la antigua orden, pero… quién le decía que esos antiguos miembros quisiesen volver a unirse y arriesgar sus vidas por algo que ni su padre había podido conseguir y que, quizás, él tampoco lo lograse, a esa posibilidad de fracaso añadir quién era él en realidad. Sabiendo eso, quién iba a querer colaborar con él, si pensaban que podría destruir el mundo.

Soltó un pequeño bufido, eran demasiadas cosas a la vez, si tan solo su madre no hubiese sido tan cabezota con lo de la magia, ahora le sería más sencillo encargarse del asunto, claro que toda la culpa no era de su madre, a ella nunca le gustó la magia que no fuese la curativa, la dominaba como nadie, y él la había aprendido con facilidad. Tan solo si hubiese desobedecido un poco a su madre y hubiese intentado aprender algo por su cuenta y a escondidas.

Pero que demonios estaba pensando, sacudió la cabeza de nuevo, eso nunca se le hubiese ocurrido, desde muy pequeño era una persona responsable y respetuosa con los mayores, había mentido en muy contadas ocasiones y nunca a su madre, esa mujer tenía un sexto sentido, veía venir una mentira aún no había salido de lo más profundo de la mente del mentiroso, y a él nunca se le dio bien ocultar sus emociones, así que con esa habilidad de su madre le hubiese castigado sin cometer el delito todavía.

Suspiró profundamente, levantó un poco la mirada del duro suelo de la cueva, la salida se acercaba. Continuó caminando tras Aceo sin levantar la cabeza hasta que chocó con él, se había detenido a escasos metros de la salida, la luz del alba comenzaba a iluminar el páramo.

- ¿Pasa algo? – preguntó mirando a su acompañante.

- Eso debería preguntar yo, ¿no crees? Pareces un alma en pena, ¿se puede saber que tanto piensas o es que te preocupa algo? – Dijo Aceo que había notado desde hacía un rato el comportamiento de Yrret.

- Tranquilo, sólo pensaba, intentaba poner en orden todo en mi mente –, suspiró desviando su mirada al camino que habían dejado tras de sí –, han sido muchas cosas a la vez, enterarme de que estoy maldito desde el mismo momento de mi nacimiento, de la existencia de este lugar, de la verdadera forma en que murió mi padre, sus encargos,…

- Veo que te lo contó todo o casi todo, aunque no precisó detalles.

- Quedaron cosas sin decir –, su rostro preocupado.

- ¿Cómo cuáles?, porque yo ya te adelanto que no es una maldición lo de tu nacimiento.

- Bueno si ser capaz de destruir todo lo conocido no es una maldición ya me dirás tú que lo es –, suspiró y continuó antes de que Aceo pudiese responder –, a lo que iba… tú les conoces o sabes algo de ellos… – miró fijamente a los ojos de Aceo y no se atrevía a pronunciar las palabras que faltaban.

- Te refieres a la orden oscura ¿verdad? – Yrret asintió –, pues algo sé… en un principio era mucho mayor, en tiempos de tu abuelo los enfrentamientos con ellos eran casi constantes, con el tiempo se dividió, una parte casi ha desaparecido, no están muy interesados en asuntos mágicos, se han dedicado más al estudio del lenguaje; sin embargo, el grupo que está activo es el formado por los más radicales de estos magos oscuros, son ambiciosos y peligrosos, su cabecilla actual es Leafer Karas. Por desgracia no hay mucha información sobre ese tipo, es muy escurridizo y aún no hemos podido conseguir nada relevante. Sabemos seguro que nos tiene vigilados, pero creo que los que están al cargo no saben que soy un gran Maestro…

- Espera –, interrumpió  Yrret algo alterado –, sabemos, hemos, hablas en plural y ¿qué es eso de que nos vigilan? – El tono de voz era de confusión e intranquilidad.

- Cierto, tú no sabes nada, la orden que tu padre conoció y que lideró como Gran Maestro ha desaparecido por completo, bueno por completo no, aún quedamos tres vivos. Como puedes ver yo aún sigo con vida, luego está el maestro de armas Leiram –, al escuchar ese nombre los ojos de Yrret se abrieron al máximo, era la persona que nombraba su padre en la carta –, que lleva varios años retirado, después de enseñar a su último alumno renegó de volver a enseñar a nadie más…

- No, yo le necesito como es posible que…

- Deja de interrumpir iba a explicar eso ahora, al parecer, y por lo poco que me ha querido contar, su último alumno fue alguien fuera de lo común, algo más joven que tú, pero su nivel de poder era increíble, apareció de improviso, convenció fácilmente a Leiram para que lo tomase como pupilo, aprendió todo lo necesario para manejar cualquier tipo de arma en unos cuatro meses… – hizo una pausa, el rostro de asombro del joven era más que evidente –, usaba magia oscura y algo de la blanca, pero lo que más temor causaba, según Leiram, era su deseo de dominar la magia antigua, de la que ya conocía varios hechizos, no sé mucho más sobre él, ni siquiera  pude conseguir que Leiram me dijese su nombre; le aceptó como alumno pero cuando éste se fue el maestro se encerró en su mundo y desde ese momento sólo permite que sus hijos y algunos amigos de toda la vida, entre los que tengo el privilegio de encontrarme, se le acerquen.

- Vaya eso es increíble. ¿Y se supone que yo tengo que reunir a la antigua orden? Ja, no me hagas reír, si hasta se me están quitando las ganas de hacer nada.

- ¿Pesimista? No me lo creo. No te des por vencido antes de comenzar la batalla. La orden que tu padre conoció ya no existe pero los hijos e hijas de los antiguos miembros sí, y estoy casi convencido que se reunirán para terminar lo que sus padres no consiguieron. Además hay un tercer miembro de la antigua vivo, Zaidan, un experto en lengua antigua, y seguro que ese se apunta, siempre le ha gustado dar batalla, es el más joven de los que quedamos vivos. Entre nosotros intentamos durante un tiempo descubrir todo lo que pudiésemos de ese individuo, pero fue en vano, sacamos poco en claro, ni siquiera pudimos descubrir donde vive, aunque tenemos claro que debe ser por las cercanías. Lo de vigilarnos, sé que siempre hay alguien siguiéndome, a ti también e incluso osaría decir que uno de tus ayudantes o sirvientes o como les llames trabaja para ellos.

- No creo que ninguno de ellos me espíe –. Dijo dubitativo –. Bueno, tienes razón, ya tendré tiempo para pensar eso, hay algo que me urge más y es como resolver lo de mi ausencia durante esos cinco días, creo que será mejor ir resolviendo las cosas de una en una, según se vayan presentando, si me pongo a pensar en todo a la vez voy a terminar mal…

- ¿Pensar? parece que no piensas… – hizo una pequeña pausa mirando el rostro de incredulidad del joven, mientras una leve sonrisa se iba dibujando en su rostro, ahora casi sin las marcas del paso del tiempo, aquel elixir hacía un buen efecto –, no se supone que eres el único médico de la comarca y que te llaman de las comarcas vecinas, hay que seguir dándote pistas de lo que puedes decir…

- Vaya, me has hecho quedar como un verdadero ignorante, no se me había pasado por la cabeza nada relacionado con eso.

- Vale, pues si ya estás más tranquilo vayámonos, procura resolver todo lo antes posible, es necesario que domines la magia antes de comenzar con el siguiente paso.

- Sí, sí, lo sé, deja de sermonearme como si fuese un niño pequeño, por si no lo sabes odio eso, y se puede saber cómo vamos a regresar a la ciudadela. – Inquirió mirando con un brillo en los ojos, un brillo de determinación y de confianza en sí mismo renovada.

- Ya lo verás.

Recorrieron los metros que les separaban de la entrada en silencio, parecía que la conversación terminó y que ahora sólo hacían falta miradas o gestos. Yrret pensaba intrigado en cual sería el modo por medio del cual regresarían, él no había traído ningún tipo de montura, y Aceo lo más seguro es que hubiese usado un hechizo de transporte, pero no estaba seguro si se podrían hacer ese tipo de conjuros para dos personas a la vez.

El sol comenzaba a iluminar directamente el páramo, la neblina que cubría el terreno poco a poco empezaba a disiparse, las alimañas, que durante la noche habían pululado a sus anchas, estaban casi en su totalidad en sus guaridas resguardadas. Algún predador dejaba oír su voz avisando de que aún no estaba satisfecho. Las sombras que se iban poco a poco rompiendo con la lenta llegada de las luminosas espadas solares todavía cubrían gran parte del lugar dando a los árboles un aspecto tétrico.

La atmosfera estaba cargada, el aire era bastante pesado por los gases que contenía debido a la niebla. 

Aceo levantó su mano y de un simple movimiento hizo desaparecer la entrada por la que acababan de salir, luego miró sonriente a Yrret y le invitó a seguirle con un gesto de su cabeza.

Anduvieron por un estrecho sendero que se alejaba en dirección contraria a la que habían usado para llegar allí. Los matorrales cubiertos de telarañas y gotas de rocío se quebraban a su paso, algunos por el contrario enganchaban sus afiladas púas en las ropas e incluso alguna que otra vez en la carne de los hombres.

Tras unos diez minutos de camino, se abría majestuoso ante ellos un claro completamente circular, el suelo de una roca grisácea, el círculo formado estaba rodeado de unas pequeñas esculturas, que parecían ser lobos. Todas en la misma postura, sentados mirando al centro del círculo.

Aceo caminó hasta el centro y en un leve murmullo dijo: "Ich bin der Wanderer, Ich brauche den schnellsten Weg,  Aktivierung!“[1].  Unos grabados comenzaron a iluminarse en un tono débil desprendiendo una luminosidad azulada, en ellos se distinguían los símbolos de los cuatro elementos y entre ellos los de las cuatro latitudes. Miró a Yrret sonriendo y le indicó que se acercase, cuando éste estuvo a su lado mirando todo como embobado, de nuevo murmuró: “nach Lennut”[2]. Los grabados comenzaron a tomar más intensidad, cada vez el resplandor era mayor en un tono verdoso, cuando no se distinguía nada en absoluto los dos cuerpos desaparecieron del lugar. La intensidad fue apagándose poco a poco hasta desaparecer completamente, quedando la zona completamente solitaria.

Ambos hombres aparecieron a unos quinientos metros de las murallas de la ciudadela, Lennut como la conocían los viajeros, pero que entre los habitantes simplemente era la Ciudadela. Dentro del bosque a escasos metros del camino que conducía al páramo. En el sitio en el que habían aparecido un pequeño círculo apenas visible perdía poco a poco el tono verdoso que había adquirido al llegar los viajeros.

- Eso ha sido…

- Sí, eso mismo.

- Pero lo has activado en…

- La frase de activación es de la magia antigua, no me preguntes es el único que conozco, y estos pequeños portales están por todo el mundo donde los Numit habitaron, cuando conozcas a Zaidan tendrás la oportunidad de aprender mucho más, ya que él es un experto en este tipo de magia.

- Ya veo –, Yrret no salía de su asombro –, vayamos a la casa… – el rostro de Aceo se tensó y se puso serio – y ahora ¿qué pasa? – Yrret le miraba inquisitivo.

- No podemos aparecer los dos a la vez, te olvidas que me están siguiendo y que a ti te vigilan…

- Cierto me habías comentado algo sobre eso…

- Tan despreocupado como tu padre, ve tu delante, ya me ocuparé yo de ponerme en contacto contigo, te doy tres días para que prepares todo lo que haga falta para que tu marcha sea creíble.

- Bien, nos vemos. – No estaba muy de acuerdo con que le diesen plazos, pero tampoco tenía ganas de discutir.

Yrret caminó por entre los matorrales de forma paralela al camino unos cuantos metros como si se dirigiese de nuevo al páramo, procuró ir lo más despacio posible para no romper ninguna rama, luego se acercó al borde del camino y de un largo paso se colocó casi en medio del mismo. Comenzando a andar en dirección a las murallas que rodeaban aquella pequeña ciudad en la que había vivido toda su vida. En su cabeza daba vueltas todo lo que había vivido en las últimas horas, y ahora que lo pensaba fríamente, su cuerpo comenzaba a pasarle la factura por estar tanto tiempo sin darle descanso. Aligeró un poco el paso ya deseaba llegar a su casa soltar la mochila y echarse a descansar unas horas.

 

Thyeor apareció en medio de un camino poco frecuentado, los matorrales y las hierbas casi lo ocultaban, miró detenidamente a su alrededor, a lo lejos se veía una ciudadela, era Lennut y, a simple vista, no había cambiado mucho desde la última vez que había estado en aquel lugar. Justo en  la otra dirección se podía ver un castillete en lo alto de una colina, daba la impresión de ser un edificio en ruinas y abandonado, pero en realidad era todo lo contrario.

Empezó a dirigirse a la desvencijada construcción, ya que era el lugar de reunión con Leafer.

A penas si había andado unos minutos cuando se vio completamente rodeado, una jauría de perros salvajes y algunos cuerpos, que no podría asegurarse si estaban vivos o muertos o era una mezcla de ambas posibilidades.

En cuestión de segundos aquel extraño grupo comenzó a acercarse, era clara la intención con la que lo hacían.

- Vaya, me hace venir hasta aquí y se olvida de guardar la basura, no me gusta hacer esto pero no tengo tiempo que perder –, dice desenvainando su espada –,  “Ich bin der, der zwischen die Dunkelheit geht; der, der zwischen zwei Welten lebt; Halito Corvus Zerstört!”[3] – dicho esto abatió su espada y de ella salió una ráfaga de aire que se fue tornando oscura hasta tomar la forma de un cuervo, todo a su paso quedaba convertido en polvo, los atacantes al ver aquel poder se detuvieron retirándose poco a poco –, como era de esperar de sirvientes tan patéticos, cualquiera con un mínimo de poder se desharía fácilmente de ellos –, dijo con tono de superioridad, continuando su camino hacia aquel castillete en ruinas.

Pocos minutos después accedía al lugar por un arco de piedra, casi completamente derruido, que daba paso a un pequeño patio de armas que rodeaba casi en su totalidad aquel edificio. Avanzó hasta lo que parecía la entrada principal, los destartalados portones estaban entreabiertos, algunos sillares estaban esparcidos por los alrededores, lo que antaño hubo de ser un hermoso edificio ahora apenas mostraba un tercio de su pasado esplendor. Entró sintiendo en su cuerpo el peso de la barrera mágica, lo que vio en comparación con el exterior era asombroso, los tapices adornaban las paredes, una hermosa escalera daba paso a la parte superior y a sus lados unos pasillos conducían a la sala principal de aquel castillete. Una hermosa alfombra en la que se podía ver un dragón arrojando fuego de sus fauces unía la escalera con la puerta de entrada, muebles de madera maciza con los más delicados grabados se observaban en la estancia. Era como si el tiempo nunca hubiese pasado o como si el edificio estuviese recién rehabilitado. Una voz prepotente y a la vez familiar le sacó de su estado de observación.

- Thyeor Zero-Rezar tiempo sin verte, no era necesario que hicieses esa pequeña demostración de poder con mis sirvientes. – Dijo con una sonrisa llena de falsedad.

- Ya calla, y vamos al asunto que quieres tratar –, dijo mirándole a los ojos con el rostro serio –, no me gusta que la basura interfiera en mi camino, sabiendo que venía podías haber limpiado antes, si no querías tener bajas.

- Bueno, bueno que susceptible estás, debe ser por lo del…

- No tienes derecho a meterte en mi vida privada, sabes muy bien que no trabajaría para ti si no fuese por lo que me prometiste, así que anda con ojo, y ve al grano de una maldita vez, Leafer Karas – dijo el nombre como si lo estuviese mascando y escupiendo.

- Sí, ya sé que sólo quieres el libro perdido “Das alte Wissen, das Leben und der Tod”[4], el compendio reunido por los Numit donde se encuentran todos los secretos de la magia antigua de la que sólo unos pocos conocen solo la punta del iceberg. – Habló mientras bajaba la escalera y en su rostro se dibujaba una sonrisa, sabía que por mucho que le odiase no le haría nada hasta no tener como mínimo la certeza de que lo que tanto ansiaba estaba cerca, y él se encargaría de que por muy cerca que estuviese no se enterase nunca.

- Deja de hacerte el sabio, no va nada con tu forma de ser y de actuar –, Thyeor comenzaba a perder la paciencia, le pasaba siempre que estaba cerca de aquel individuo –, qué ha pasado para que mandes a uno de tus sabuesos a buscarme.

- Parece que al fin hay movimiento, el cordero no regresó al redil a la hora esperada y el viejo halcón supo deshacerse de la vigilancia, así que supongo que se han reunido y le habrá mostrado lo que supuestamente le corresponde por herencia, pero ambos sabemos que ese medicucho con aspiraciones a gran maestro es sólo una llave para darnos lo que nos corresponde a nosotros.

- ¿Y qué quieres que haga yo? No veo nada en lo que pueda intervenir, si es como me has dicho y él no sabe nada de magia no te hago falta para acabar con esa molestia.

- No es por él por quien te mandé llamar, sino por el viejo, al parecer nos ha sabido engañar a todos, es un gran maestro y puede usar a la perfección todo su poder, cómo crees que burló la vigilancia, y si le ha mostrado el lugar, allí puede aprender todo lo necesario, según tengo entendido hay un guardián…

- Quieres decir que en ese lugar hay un guardián del saber y la magia –, le interrumpió Thyeor un poco alterado –, si es así en poco tiempo estará al mismo nivel que cualquiera de nosotros incluso más, si ese cabrón es afín a más de un elemento…

- Tranquilo, no creo que desaparezca de la ciudadela así como así, por eso te he hecho venir, tú eres el único que puede detenerlo, y de paso si consigues averiguar donde está oculta esa biblioteca…

- Sí, el libro será mío, no te preocupes, le mataré en cuanto…

- ¡No! – gritó alterado – no le puedes matar, él es la clave para encontrar la corona…

- No acepto órdenes de nadie y menos de alguien como tú –, espetó, cogiéndole por la pechera y levantándolo del suelo unos centímetros, los ojos de Thyeor estaban inyectados en sangre su rostro estaba cambiando y un aura oscura empezaba a rodearle –, si se interpone en mi camino le mataré; a mi esa corona no me importa lo más mínimo –, dijo arrojándolo contra un mueble y girándose para salir.

- Pu… pues debería –, dijo incorporándose de nuevo sacudiendo sus ropas –, recuerda que si ese libro no está donde creemos, la corona puede conseguir hacer lo que tú desees –, un brillo apareció en sus ojos, sabía cual era el punto más vulnerable de aquel joven genio, con mayor arrogancia y firmeza en el tono de voz continuó –, ese objeto es más poderoso de lo que muchos piensan y unido a otros o incluso a la magia antigua… – hizo una pausa, sabía que se arriesgaba mucho al llamar la atención de Thyeor de esa forma pero le interesaba tenerlo de su parte – bueno no sé si captas el mensaje subliminal.

- Sigue sin interesarme, no soy ningún niño que se deja sobornar con un caramelo, no te interpongas en mis objetivos o puede que rompa nuestro trato y acabe con tu vida – palabras duras y firmes salieron de su boca, pero una cosa era falsa, si eso era cierto y no una simple treta para mantenerlo de su parte, ahora la corona le interesaba un poco más.

Thyeor salió del lugar cubriendo su rostro con la capucha de su gabardina, avanzó despacio hasta alcanzar el comienzo de aquel sendero por el que había llegado. Miró al frente y vio las murallas de Lennut, el sol ya estaba bastante elevado por lo que debía ser más de media mañana, iría a la ciudadela, buscaría un lugar donde comer algo y descansar, ya se dedicaría a buscar a su presa más tarde. Se giró en la dirección del poblado y desapareció.

 

Yrret había llegado a su casa casi de forma desapercibida, había utilizado un pequeño sendero que usaba siempre que salía al páramo, conducía a su casa y estaba alejado de las calles principales y de las zonas más concurridas, además el jardín que estaba en la parte trasera de su casa era el lugar perfecto para que un sendero llegase de forma desapercibida, claro que también ayudaba que su casa quedase en las afueras del centro principal.

La casa formaba parte de un grupo de casas que formaba una especie de anillo entre las murallas que protegían la ciudadela y el lugar donde empezaba el bullicio, las grandes calles comerciales, talleres, etc., este anillo estaba formado por casas de buen aspecto, unas mayores que otras, unas rodeadas de jardín y huerto, otras simplemente con una plaza o patio amplio al frente, era un zona prácticamente tranquila, y en la que Yrret vivía encantado. Era como lo llamaban algunos, casas de campo dentro de la protección de la muralla. Para él simplemente era un lugar al que se tenían que parecer más las ciudades y no a lo que en realidad eran.

Soltó la mochila, llena de hatillos de hierbas, en lo que era el pequeño laboratorio de su casa, una habitación de mediano tamaño y con todo lo necesario para realizar las mezclas con las que hacía los ungüentos, medicinas varias y algún que otro producto, luego se dirigió a la habitación principal y se despojó de sus ropas, cruzando completamente desnudo el pequeño pasillo que separaba aquella habitación y la contigua del baño.

Tenía un baño en la habitación pero no le gustaba usarlo cuando llegaba del páramo. Se bañó rápidamente y cuando salía fue el momento en el que se percató que no había nadie en la casa.

Un silencio total, cosa que no era muy normal ya que por lo general sus ayudantes/aprendices eran bastante ruidosos. Cubierto tan solo por la toalla recorrió la casa en su totalidad, salió al patio y jardín trasero y no vio a nadie, se asomó por la ventana para ver el patio delantero y estaba completamente vacío. Se extrañó ya que Egroj debería estar, nunca sale sin permiso y no eran sus días libres, se encaminó a la cocina y descubrió una nota, era de Egroj había ido al mercado acompañado por Aristo, pero y Six, dónde estaba metido, esto empezaba a no gustarle nada, no estaba con los otros, tampoco en la casa ni en el establo donde se encontraban las monturas. De pronto pasó por su mente el comentario de Aceo “incluso me arriesgaría a decir que uno de tus sirvientes es un espía”, sacudió la cabeza y dejó de darle vueltas, en ese instante decidió ir a dar una vuelta, le apetecía tomar algo.

Se vistió y salió de la casa tranquilamente a tan solo unos minutos de allí se encontraba la posada más concurrida del lugar, era la mejor de las que había, pero no solo por los lujos que tenía y por la comida y bebida que servía, las dos muchachas que la regentaban eran dos verdaderas bellezas. Dos hermosas hermanas, y él tenía que reconocer que la mayor le interesaba, nunca se había atrevido a decirle nada, ni siquiera a pedirle salir, se conformaba con ir al bar de la posada y sentarse a contemplarla mientras bebía una jarra de hidromiel.

Perdido en sus pensamientos no vio como en medio de la calle por la que iba se materializaba un hombre joven, quizás un par de años menor que él, pero sintió un fuerte poder que emanaba de algún lugar, por lo que alzó su rostro y su mirada se encontró con unos ojos rojos, fríos como el hielo.

Yrret no le dio mayor importancia al fin y al cabo a la ciudadela llegaban personas procedentes de varios lugares y a él no le importaba quienes fuesen o dejasen de ser. Pasó a su lado sin ni siquiera mirarle, pero al estar a su altura sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo por completo, incluso el anillo que llevaba desde que había estado en la biblioteca se iluminó un poco y sintió como el escudo protector formado por el colgante y el anillo se activaba. No pudo evitar mirar a aquella figura parada en medio de la calle y de nuevo las miradas se cruzaron, y en aquellos ojos de sangre se ocultaba algo que a Yrret le heló la sangre. Apresuró el paso y entró en la posada.

- Revia, una jarra de hidromiel y unos cuernos de demonio[5] –, dijo con voz temblorosa, el estado que le había producido aquel encuentro aún no se pasaba.

- Un momento Yrret, te lo llevo a la mesa de siempre ¿verdad? – La voz suave como la de un ángel pertenecía a una joven de unos 24 años, pelo largo en tirabuzones de un color rojizo con reflejos amarillentos, lo que daba la impresión de que su cabello estaba en llamas, los ojos violáceos eran grandes adornados por unas pestañas perfiladas y muy bien cuidadas que cada vez que te miraban parecían que te robaban el alma. Su rostro ligeramente ovalado con la tez blanquecina. Sus labios invitaban a ser saboreados, ya que eran como dos mitades de una fresa, rojos y carnosos. Si pasamos al cuerpo era de estatura mediana pero con unas curvas de infarto, unos senos redondeados y simétricos, las piernas firmes y torneadas.

Cada vez que se movía entre las mesas del bar o tras la barra, las miradas de los hombres que en él se encontraba seguían sus movimientos embelezados.

Yrret asintió contemplando la belleza de la muchacha, nunca se cansaba de admirarla y se encaminó a la mesa que normalmente ocupaba.

 

Thyeor se había quedado observando a aquel joven unos años mayor que él, la diferencia no sería mucha quizás tres o cuatro años, iba protegido por un buen amuleto escudo, así que ese debía ser el individuo que tenía que vigilar y si era necesario matar. Al verle una sensación extraña recorrió su cuerpo, tenía tanto poder oculto en su interior y sin saber usarlo, que le sorprendió que Leafer no se hubiese dado cuenta de eso ya, por un momento pasó por su cabeza que si las circunstancias fuesen otras incluso pudiesen ser aliados, pero ese leve pensamiento fue desechado inmediatamente.

Vio como entraba en aquel edificio, al observarlo detalladamente pudo ver el cartel en el que, en letras grabadas a fuego, se podía leer “Posada dos hermanas”, soltó una especie de bufido, sin quererlo aquel que el destino había marcado como su objetivo le había hecho sin pretenderlo un favor, ya que le había indicado donde encontrar lo que estaba buscando sin tener que preguntar.

Se giró, se despojó de la capucha y se encaminó a la posada.

Entró observando detenidamente todo a su alrededor, las miradas de todos los allí presentes se clavaron en él, Yrret se estremeció de nuevo pero intentó ocultar su rostro tras la jarra que Revia le acababa de dejar en la mesa. La joven se acercó a Thyeor con una gran sonrisa en su rostro.

- ¿Le puedo ayudar en algo? – preguntó amablemente sin borrar la sonrisa de su rostro.

- Si, busco una habitación donde poder alojarme por unos días –, dijo con tono seco, casi cortante mientras sus ojos pasaban de mirar a la chica y buscaban a Yrret por el local.

- Bien, nos quedan un par de habitaciones libres, si desea verlas me acompaña…

- No es necesario –, la interrumpió, acababa de encontrar a Yrret sentado en una mesa casi al fondo del local junto al ventanal –, me quedo con una, ahora me vendría bien un poco de sangre de Serail[6].

Dejó a la muchacha con la palabra en la boca y se dirigió a la mesa en la que estaba Yrret, por otro lado la única en la que solo había una persona.

- Te importa, no veo…

- N…no, no me importa, adelante siéntate –, el tono de Yrret era inseguro incluso de miedo, intentó tranquilizarse y llenándose de valor le miro a la cara, era un joven un poco menor que él, pero aquellos ojos rojos imponían miedo y respeto –, ¿estás de paso? – preguntó en un intento de mantener una conversación.

- Sí, podría decirse que estoy de paso –, en tono seco y serio dando a entender que no deseaba conversación, en ese instante llegaba Revia con una jarra de sangre de Serail y otro platillo de cuernos de demonio –, gracias.

- A sus órdenes, si desean algo más sólo han de llamarme – casi canturreó ella, con su hermosa sonrisa siempre en el rostro.

De nuevo el silencio, ambos se observaban de forma disimulada como midiéndose el uno al otro, intentando descubrir qué, quién, todo lo que se pueda saber solo con mirar, el ambiente en aquella mesa era tenso y un aura fría y oscura les envolvía.

Así pasaba el primer encuentro entre… luz y oscuridad… entre las fuerzas del eclipse y las de la magia antigua… entre dos hombres que quizás en otras circunstancias fuesen buenos amigos pero que por caprichos del destino están enfrentados, aunque todavía es pronto para saber como acabará su relación, ya que el destino es el destino pero los seres tienen la habilidad de cambiarlo o por lo menos de intentarlo…  



[1] “Yo soy el caminante, necesito el camino más rápido, ¡Activación!”
[2] “A Lennut”
[3]  “Soy el que camina entre las tinieblas, el que vive entre dos mundos, Halito Corvus, ¡Destruye!”
[4] “El saber antiguo, la vida y la muerte”
[5] frutos secos con forma de cuerno, muy apreciados en este mundo ya que sirven de aperitivo son muy nutritivos y salobres.
[6] bebida elaborada con las semillas de los árboles de cristal, así llamados por el sonido que hacen sus hojas y semillas al ser mecidas por el viento, que se parece con el de cristales al romperse, sus semillas una vez molidas y puestas a fermentar producen una bebida roja como la sangre, en principio es suave pero hay variedades mucho más fuertes al ser mezcladas con otros productos, capaces de emborrachar tan solo con una jarra; lleva el nombre del que la produjo por primera vez.

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