sábado, 4 de julio de 2015


Thyeor

 

Krad caminaba raudo, un ser como él estaba acostumbrado a hacerlo; además conociendo al amo como le conocía, mejor no demorarse en cumplir con sus peticiones o volvería al letargo.  

Estaba completamente seguro que encontraría a aquel joven mago en el lugar al que se dirigía, y más sabiendo la fecha que sería justo cuando llegase. Al paso que iba llegaría allí al amanecer del día siguiente, 10 de julio.

El sol pegaba fuerte en su piel morena, marcada en varios lugares por largas cicatrices, pero su estilo de lucha no le permitía llevar camisa y menos si usaba su habilidad especial de aumentar sus músculos. Su cabeza despoblada de cabello relucía a causa del sudor que cubría su piel, sus ojos de un gris intenso parecían estar sin vida.

 

Un joven alto vestido completamente de negro, con pantalón de algodón holgado sujeto con un cinturón ancho y hebilla metálica  con un sol  que se eclipsa por la luna grabados; la camisa con hilera de botones oculta era de seda en un negro oscuro más intenso que el del pantalón. El conjunto le daba el aire de un sacerdote vestido de calle, todo cubierto por una  gabardina tan blanca como la nieve que llega a escasos centímetros del suelo, a la altura de los hombros se distingue un serigrafiado de un sol y una luna enfrentados.

El joven de unos veintiún años cubre su cabeza con la capucha de la gabardina, ocultando su rostro.  En sus manos se pueden distinguir anillos, uno en cada mano, oro y plata, un sol y una luna. En su cuello se vislumbra un medallón en plata de un sol atravesado por la luna creciente, tiene incrustadas un par de piedras cristalinas que no se sabría muy bien lo que son, posiblemente cristal de roca o diamante. Apenas visible bajo la gabardina una espada en su funda. Calzado con unas botas negras como el carbón, deja sus huellas en el polvoriento camino.

Camina sin pausa, parece no cansarse y su respiración es tan normal como si estuviese sentado. El que le observa siente como un frío le recorre el cuerpo, da la impresión de ser el mal en persona.

Llega a lo alto de una colina y se detiene, retira la capucha dejando ver su rostro, la piel tersa y bronceada, el rostro es el de un hombre joven bien parecido, para algunas podría decirse que el ideal de belleza, pelo corto muy bien cuidado de un negro azabache que al darle el sol brilla. Los ojos grandes y profundos, llaman la atención ya que son de un rojo intenso.

Detenido en el camino, justo donde este comienza a bajar a la llanura que se extiende ante aquella colina, mira detenidamente un conjunto de ruinas. Parecen ser de un castillo o un fuerte, no se aprecia muy bien, pero justo al centro se aprecia una alta torre, única construcción que aparenta estar intacta. El joven suspira y continúa andando.

- Ya han pasado cuatro años, mi querida Anastasia y aún no he encontrado nada, en aquel momento te prometí que te traería de vuelta y lo haré cueste lo que cueste… – murmuró casi inaudiblemente.

Continúa caminando, el sol empieza a ocultarse, pero él no se detiene ya que su destino está muy cerca apenas un kilómetro.

Poco a poco la oscuridad va tragando todo a su paso, en el cielo completamente despejado empiezan a verse las estrellas y la luna es una simple línea blanca. El joven chasqueando sus dedos hace que una esfera aparezca iluminando el camino, apresura un poco el paso, desea llegar a su destino cuanto antes, no por temor o miedo sino por el anhelo de ver de nuevo a su amada.

Los metros que le separan de aquel conjunto de ruinas pasan raudos, nada se interpone entre él y ellas, su corazón palpita cada vez más rápido sólo por sentir la cercanía de aquel bello ser.

Finalmente está ante la entrada derruida al conjunto, de nuevo chasquea los dedos y la esfera desaparece, toca el suelo y comienza a surgir a su alrededor un remolino de aire, todo se estremece y el suelo comienza a separarse lentamente, dejando ver el inicio de una escalinata de piedra. Cuando todo termina el interior se ve iluminado, baja lentamente.

Al final de la escalinata se abre un pasillo largo e iluminado por unas antorchas que parecen no arder, se adentra en el pasillo y continua hasta llegar al final del mismo, se encuentra ante tres puertas una al frente y las otras a ambos lados. Toca delicadamente la que tiene enfrente.

- Aún no, no antes de que sea el día diez –. Se voltea y abre la puerta que tiene a su derecha.

En el interior hay una pequeña cómoda, un camastro y un par de sillas sobre una mesa, a los pies de la cama un arcón, un par de barriles en la esquina opuesta a la de la entrada y otro arcón justo al lado de la puerta, sobre este último un par de jarras de barro. Todo está cubierto por el polvo.

El joven hace un ligero movimiento con su mano y sin decir absolutamente nada la habitación es recorrida por una ráfaga de aire que deja la estancia limpia.

Se despoja de la gabardina dejándola sobre el arcón que se encuentra a los pies de la cama; ahora se observa perfectamente la espada, la empuñadura de ébano tiene un sol grabado, la vaina completamente negra tiene dos medias lunas grabadas. Al soltarla de su cinturón la desenfunda dejando ver una hoja negra y reluciente de doble filo. La enfunda de nuevo y la deposita cuidadosamente sobre su gabardina. Luego abre un par de botones de su camisa, libera el cierre del cinturón, se descalza y se tumba en el camastro.

Es tarde y prácticamente no ha comido en todo el día, así que se incorpora de nuevo y sale de la habitación entrando en la puerta que está justo enfrente. La habitación es pequeña, en un rincón un hogar, unas estanterías a lo largo de una de las paredes, estas están repletas de frascos, ollas, tinajas y vasijas. En otro rincón el brocal de un pozo, a su lado un barreño, un cubo atado a una cuerda y sobre este un par de paños, en el interior del barreño se podían ver un pedazo de jabón y un estropajo. A unos metros del hogar unas barricas y frente a estas una mesa sobre la que se encontraban tres sillas. Al lado de la puerta una alacena contenía varios platos, vasos, algunas bandejas y en una pequeña caja se encontraban los cubiertos. Al igual que en la anterior todo completamente cubierto de polvo. El joven dejó escapar un suspiro o más bien un resoplido de enfado y al igual que poco antes con un ligero gesto de su mano el aire recorre la estancia y todo está impecable en cuestión de segundos.

Se acerca al pozo y tomando el balde lo lanza al interior del mismo, se escucha un chapoteo, mueve la cuerda de un lado a otro y luego tira de ella.

El líquido está frío y él bebe ávidamente. Luego se dirige a una de las barricas y saca de su interior un poco de carne seca, en la otra hay aceitunas en salmuera, y en una tercera frutos secos. Come tranquilamente, una vez termina, bebe de nuevo y se lava las manos para luego refrescarse la cara quitando de paso el polvo que había cogido en el camino.

De regreso a la habitación vuelve a detenerse ante aquella puerta cerrada y la acaricia de nuevo pero sin entrar. Continúa hasta el camastro y se tumba quedándose dormido en pocos minutos.

 

“Una joven de unos 17 años ríe alegremente mientras corre por una pradera cubierta de flores. La muchacha viste un hermoso vestido azul celeste que le llega a las rodillas. Calzada con unas sandalias cuyos tirantes serpenteaban por sus piernas para terminar en un lazo centímetros por debajo de la rodilla. El rostro iluminado por su sonrisa es hermoso, ojos grandes y de un verde intenso, el cabello ligeramente ondulado caía como una cascada violácea sobre sus hombros. Alta y delgada marcando las curvas de su cuerpo.

Tras ella un joven de la misma edad del que llamaba la atención sus ojos rojos, sonreía mientras perseguía a la muchacha.

- Anastasia ya es suficiente, no puedo seguir tu ritmo, regresemos ya –, dijo entre jadeos el muchacho.

- ¿Cómo puedes decir que no puedes seguirme? El futuro mejor mago del mundo, y se cansa por una simple carrera, jajajá –, rió alegremente mientras le hacía muecas burlándose de él.

- Simple carrera, ¿tú has visto dónde estamos? – La muchacha se paró y miró a su alrededor, el poblado donde vivían apenas se veía a lo lejos.

- No me di cuenta que nos habíamos alejado tanto, lo siento, regresemos. – Él la mira y simplemente asiente.

El muchacho la toma de la mano y comienzan su camino de regreso, de cuando en cuando se miran dejando que sus miradas se pierdan en los ojos del otro. Cuando están llegando se detienen se miran nuevamente como varias veces a lo largo del camino de vuelta y se dan un beso, al separarse ambos están sonrojados.

Los dos jóvenes se separan al llegar al interior de aquella fortaleza, ella se dirige a su casa, él al lugar en el que está realizando su entrenamiento de magia, le falta muy poco para terminarlo, el ser un joven aplicado y un verdadero genio ayudan bastante, todos sus mentores han dicho siempre lo mismo, es el mejor alumno que han tenido a ese paso se convertirá en el maestro más joven de la historia.

Cuando llega y entra en el que es ahora su hogar escucha voces alteradas, su maestro está discutiendo acaloradamente con alguien, intenta descubrir quien está allí pero no puede, en el mismo momento en el que se acerca a la puerta de la habitación una explosión la destruye por completo y la onda expansiva le lanza varios metros hacia atrás.

Incorporándose como puede ve como su maestro sale tambaleándose, varias manchas de sangre marcan su túnica, al ver al muchacho le grita que salga de inmediato y que proteja su vida en el lugar que solo ellos dos conocen. El muchacho se niega y se prepara para ayudar a su maestro.

El otro interlocutor sale del lugar cubierto de una densa neblina negra que no dejaba ver ni su cuerpo ni su rostro.

- Maldición, parece que te has puesto serio. Thyeor maldita, sea sal de aquí, no puedes hacer nada contra él, ni siquiera estoy seguro de poder hacer algo yo.

- Imposible maestro, yo le ayudo –, gritó con voz temblorosa.

- Ninguno de vosotros puede nada contra mí en este momento. – Dijo aquel ser con una voz profunda que producía miedo.

El maestro cogió al alumno y desaparecieron del interior de la casa, apareciendo de nuevo en la pequeña plaza que rodeaba la torre central del pequeño poblado fortaleza en el que se encontraban. Sobre la casa de la que habían salido se empezó a ver una pequeña mancha negra que fue tomando la forma de una persona, sobre sus manos comenzaron a formarse dos pequeñas esferas, poco a poco fueron tomando la forma de dos leones, al alcanzar el tamaño apropiado se escuchó: “Destrucción de la vida”. Ambos leones se convirtieron en un borrón oscuro como si una nube casi transparente estuviese allí, empezaron a recorrer el lugar y de las casas se escuchaban los gritos de las personas.

El muchacho miró horrorizado a su maestro y al ver la expresión de su rostro supo de inmediato que lo que estaba imaginado era real, todos en aquel lugar estaban siendo destruidos. Salió corriendo en la dirección de la casa de su amada Anastasia, tenía que protegerla como fuese, él estaba seguro que nada podría dañarle, estaba en estado de inmortalidad parcial por algo que le había sucedido en su más tierna infancia, no sabía muy bien lo que era pero era así, y odiaba eso, el no saber y el sentir que ese estado era para pagar tanto sus pecados como los de su familia, pero ahora debía protegerla.

Como un poseso corrió lo más rápido que pudo, cuando llegaba lanzó un hechizo de escudo y otro de protección sobre la casa, aquellas bestias inmundas hechas de magia pura estaban llegando. Escuchaba como los gritos y la agonía llegaban de todas partes a sus oídos, escuchaba también como el maestro y aquel ser luchaban encarnizadamente, ya que las explosiones de los hechizos más potentes se dejaban oír.

Entró en la casa casi sin darse cuenta, sus hechizos no surtían efecto ya que pudo ver como una de las criadas se convertía en polvo ante sus ojos. Subió las escaleras que conducían a los dormitorios en un aliento, con el corazón apretado por el miedo de llegar tarde. Abrió de golpe la puerta de la habitación de la joven y sus sospechas se confirmaban el cuerpo de la chica flotaba en el aire rodeado por aquella neblina negra, la mirada de ella se clavó en la del chico y pudo ver como las lágrimas salían de sus ojos. Un grito desgarrador se escapó de la garganta del chico, reunió todas sus fuerzas y lanzo el hechizo protector más fuerte que conocía. Pero por desgracia en el mismo instante en que el fulgor azulado que salía de las manos del muchacho alcanzaba el cuerpo de Anastasia esta espiraba, su alma su vida habían sido absorbidas por aquella neblina negra que salía de la habitación sin ni siquiera intentar acercarse a él.

Él caía de rodillas las lágrimas recorrían su rostro, no comprendía que es lo que estaba pasando allí, quería despertar de aquel sueño y volver a los momentos felices vividos con todos los de allí.

Se acercó al cuerpo de la chica y lo tomó en brazos, en el exterior ya no se oía nada en absoluto. Salió de la casa lentamente, intentando comprender que es lo que había sucedido, no podía creer, aunque lo viese y lo acabase de vivir, que todo aquello acabase de suceder.

En la calle no se veía un alma, las casas, a excepción de un par de ellas, estaban completamente destruidas, la torre central estaba intacta, aunque podían verse algunas grietas y manchas oscuras causadas por las explosiones de los hechizos usados. A unos cuantos metros de la entrada a la torre el cadáver de su maestro estaba comenzando a convertirse en polvo; al contemplar esa escena dantesca no pudo evitar mirar con miedo el cuerpo que llevaba en brazos, pero para su alivio un fulgor azulado lo recubría, aunque no había podido salvarle la vida el hechizo protegía el cuerpo.

Respiró aliviado.

Continuó caminando hasta llegar a una de las entradas del lugar, soltó el cuerpo delicadamente apoyándolo en los restos del muro.

Dio unos pasos hacia la derecha y con su mano tocó el suelo dibujando unas líneas, el lugar se estremeció levemente y comenzó a moveré una loza.

Se abrió así la entrada al lugar en el que tantas veces había entrado con su maestro para hacer prácticas o simplemente para estudiar en la más absoluta soledad y en el silencio infinito.

La magia ancestral era uno de sus intereses, ya conocía varios conjuros y en sus estudios había descubierto sobre la existencia  de uno que le sería muy útil para devolver la vida a aquella joven que portaba inerte en sus brazos, en la biblioteca que en aquel lugar se encontraba estaba seguro de encontrar algo, tenía que estar allí; con una pequeña luz de esperanza se encaminó por aquella escalinata y a lo largo de aquel pasillo que por primera vez, en mucho tiempo, le parecía interminable.

Cuando entró en aquella sala central se sintió aliviado, caminó al centro de la misma y dejó el cuerpo sobre la mesa que allí se encontraba.

No lo pensó más y comenzó de inmediato a mirar libro por libro, buscando  sin parar algo que hiciese referencia a lo que buscaba, pero no lo lograba y el tiempo pasaba de forma inevitable. Temiendo que le fuese a costar más de lo que esperaba se acercó a la joven y la tomo en brazos de nuevo se dirigió a la habitación del lado derecho la colocó sobre la cama le quito el vestido que llevaba, salió y regresó con agua y unos paños y limpió el cuerpo de la muchacha cuidadosamente, abrió uno de los arcones y buscó una camisa blanca y un pantalón negro, aquellas prendas eran suyas pero a la chica le quedaban perfectamente ya que ambos tenían una constitución física muy parecida.

Una vez terminado aquella especie de ritual regresó con el cuerpo a la sala central, de nuevo se encaminó al centro de la misma y la depositó sobre la mesa.

- Conservación eterna – susurró casi de forma inaudible, y el cuerpo comenzó a flotar sobre la mesa hasta quedar en posición vertical, formándose alrededor del mismo una esfera con tonalidades rosáceas como si fuese un líquido que la rodeaba por completo.

- Mi querida Anastasia no descansaré hasta que te devuelva a la vida, cueste lo que cueste, te lo juro.

Dicho lo cual comenzó de nuevo a ojear todos los libros, estuvo allí por días y finalmente lo único que encontró fue la referencia a unos libros perdidos hacía mucho tiempo en los cuales se hablaba de la manipulación de la materia y de la resurrección de las seres vivos, de sus pros y sus contra. Eran libros de la magia ancestral, que supuestamente se encontraban en poder de los Numit, pero esa gente había desaparecido hacía mucho tiempo y no se sabía mucho de las posesiones que tenían, durante un tiempo se rumoreó acerca de un descubrimiento hecho por un Gran Maestro llamado Jan de Blanschaph, pero todo quedó en eso, en rumores.

Tenía que descubrir si todo eso era cierto, si esos libros existían debía encontrarlos, tenía que encontrar el hechizo Anima Aeter” el que le permitiría encontrar aquel objeto tan preciado por los usuarios de la magia ancestral, el que era capaz de revivir a los muertos, el “Chrono Spira” o lo que es lo mismo Espiral del Tiempo, un pequeño cetro forjado de un metal desconocido y que había desaparecido en la guerra que había puesto fin al reinado de los usuarios de la magia antigua. Este objeto usado sobre el cuerpo de un ser muerto antes de que le llegase su hora revivía, si el sujeto había muerto de vejez renacía.

Como su búsqueda en aquel lugar no le dio más que esa pequeña información tuvo, sin más remedio, que marcharse y dejar en aquella sala el cuerpo sin vida de su amada.

- Regresaré todos los diez de julio hasta que encuentre lo que busco y pueda regresarte a mi lado, amor mío. – Dijo con el rostro endurecido, toda la alegría y felicidad, incluso la bondad que había habitado en su ser se había marchitado y desaparecido, la venganza, la ira y el único deseo de resucitarla habían llenado el vacío dejado por las otras emociones.

El joven salió de la sala mirando una última vez a la joven, cerró la puerta tras de sí y continuó camino.

A partir de ese momento empezaría una nueva etapa en su vida cuyo único objetivo sería el de regresar a su amada a su lado.”

 

Despertó cubierto de un sudor frío, hacía tiempo que no revivía lo sucedido hacía ya cuatro años, se incorporó dejando caer sus pies sobre el frío suelo.

De pronto sintió que una presencia se estaba acercando a la habitación. Se puso de pie cogió su espada la desenfundó en cuestión de segundos y preparó la habilidad especial de su arma.

Esperó unos segundos y cuando aquella presencia estaba a punto de entrar, se abalanzó sobre ella con una espada negra en cada mano. Aquella era una espada doble capaz de cortar cualquier cosa de un simple golpe y a su vez era un arma capaz de conducir y amplificar la magia.

- Sabía que os encontraría aquí maestro Thyeor – dijo Krad con el frío metal de las espadas una a cada lado de su cuello, impasible y si tenía miedo su rostro no lo reflejaba –, por favor podríais tranquilizaros y retirar el arma de mi cuello, me gustaría conservarlo intacto un poco más.

- Vaya, eras tú Krad, tiempo sin verte. Leafer te ha devuelto a la normalidad de nuevo, eso solo puede significar…– dijo Thyeor mientras unía de nuevo su espada y la enfundaba.

- Si el maestro Leafer ha tenido a bien concederme el honor de volver a servirle, desea que os reunáis con él en el lugar de siempre.

- Entonces eso quiere decir que hay movimiento, ¿verdad? – Preguntó serio, si eso era cierto lo que buscaba podría estar más cerca de lo que había pensado.

- Al parecer un anciano ha desaparecido, parece ser que un joven médico también está envuelto en el asunto, ya que me ha pedido que busque al anciano y que le vigile y que de paso vigile al joven.

- Los dioses parece que están de nuestro lado. Bien si no deseas decirme nada más puedes partir, yo aún he de hacer algo aquí.

- Si no os importa primero desearía beber y comer algo, he venido a paso ligero todo el trayecto.

- Bien, sabes donde está todo, cierto, procura no molestar. – Dijo en tono severo con un fulgor en sus ojos que daba miedo. Krad asintió y se encaminó a la habitación que hacía de cocina y comedor.

Thyeor dejó la espada sobre el camastro para luego dirigirse a la puerta de la sala central, la abrió con sumo cuidado, entrando una vez se había abierto lo suficiente como para poder pasar y cerrando tras de sí.

Todo estaba igual que el año anterior y el anterior, todo estaba como hacía cuatro años atrás. Estaba cumpliendo su promesa, y pasase lo que pasase cada día 10 de julio estaba allí.

Como había hecho la noche anterior al llegar, limpió aquella sala también. Un simple movimiento de su mano y el polvo acumulado durante un año desaparecía, llevado por una ligera ráfaga de aire.

Suspendido, en el centro de la estancia, se encontraba el cuerpo de Anastasia, igual que cuando lo dejó, rodeado por aquella esfera protectora.

- Amada mía, tú regreso está más cercano. Me acaban de informar de algo que me hace pensar que lo que busco está ahora más cerca que nunca. – Retira una silla y se sienta ante Anastasia, hablando con ella y mirándola al rostro como si esta estuviese viva, escuchándole y dándole conversación.

Después de hablar con ella por más de una hora y sabiendo que la posibilidad de conseguir lo que buscaba estaba ahora más cercana que nunca, se despidió de ella, salió de la sala cerrando nuevamente la puerta, esperando regresar antes del próximo 10 de julio con lo que necesitaba para volver a tenerla a su lado.

Entró en la habitación se calzó, tomó su espada y su gabardina y se dirigió a la cocina-comedor, una vez allí se aseó un poco y preparó algo rápido para comer y beber.

Krad estaba tumbado sobre la mesa, con la cabeza apoyada sobre los brazos cruzados, algo adormilado, aunque no lo reflejase el viaje había sido extenuante y estaba cansado.

Durante unos minutos Thyeor le interrogó intentando obtener algún dato más sobre el pedido de Leafer, pero no pudo obtener más información de la que ya le había dado al llegar, se notaba que había salido nada más recibir el encargo sin hacer preguntas o pedir más detalles.

Después de haber comido y bebido, se prepararon para el viaje de regreso.

Cerró las puertas con un solo gesto de su mano y recorrió aquel pasillo rápidamente, deseoso de comprobar que es lo que tenía aquel arrogante mago, con el que se había aliado con el único fin de encontrar lo que buscaba, que le pudiese ser de utilidad; tenía claro que si eran solo rumores o nada concreto que se pudiese comprobar le dejaría y buscaría por su propia cuenta.

Al llegar al exterior cerró la entrada, miró al cielo completamente despejado y desaparecieron.

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